Al hablar del desarrollo industrial argentino y su incidencia exportadora, se pondera al sector automotriz. No es para menos, las terminales están produciendo un 30% más que el año pasado, con un crecimiento del 45% en ventas internas y creciente saldo exportable. El contexto auspicioso indica que en 2 o 3 años el país llegará a un mercado de un millón de unidades, un salto considerable sobre 2010 en se vendieron 662.500 vehículos.
Sin embargo, este buen momento que atraviesa la industria automotriz nacional es altamente deficitario para el país -medido en la balanza comercial-, debido a la gran importación de componentes para las plantas de ensamblaje. Es decir, el deficitario cuello de botella lo conforman las empresas autopartistas locales que no han crecido, ampliado y modernizado, al ritmo de la evolución de las terminales. Esto hace que se importen autopartes, tanto del Mercosur como de extrazona, con un alto drenaje de divisas. Sólo en el primer trimestre del año, el déficit argentino en autopartes fue de 1.747 millones de dólares, un 50% más que en igual período de 2010, según un informe de la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes (AFAC).
Sin embargo, se conocen planes de inversión tendientes a revertir una infraestructura que tiene más de cinco años de atraso. Según AFAC se prevén inversiones por 1.323 millones de pesos este año, con un 66% destinado a bienes de capital lo cual tendrá un impacto directo en la capacidad instalada y los niveles de producción que reclaman las terminales.
El desequilibrio autopartista es otra muestra de la ausencia de políticas de Estado en sectores clave de la economía donde existe integración y dependencia que deberían marchar al unísono.