El impacto deliberado contra los Alpes franceses del avión de la compañía Germanwing, que ocasionó la muerte de 150 personas se inscribe en la historia de la aeronavegación como la más demencial actitud de un ser humano en cuyo pensamiento no puede ingresar toda la tecnología aplicada a la seguridad aérea. La tragedia desencadenada por un ser desequilibrado emocionalmente es también una mancha en una sociedad como la alemana, sobresaliente por la eficiencia en el trabajo y la excelencia en los servicios públicos.
Cuando el horror de la tragedia aérea en los Alpes sigue latente en alemanes y franceses que no conciben cómo pueden ocurrir estos hechos con los resguardos existentes, ambos gobiernos avanzan en estudios para mejorar y reforzar las reglas sobre seguridad en los vuelos. Debe recordarse que sobre Francia y Alemania se concentran las miradas del mundo porque son fabricantes del Airbus 320 y dictan las normas de aeronavegabilidad a las que se ajustan prácticamente todas las aerolíneas europeas y, además, tiene asiento la Germanwings, filial de la gigantesca Lufthansa, la línea de bandera alemana.
Las fiscalías alemana y francesa, trabajan sobre la hipótesis de que el copiloto, Andreas Lubitz, estrelló de forma suicida el aparato contra los Alpes, tras encerrarse en la cabina aprovechando que el capitán abandonó su puesto unos minutos. Por ello se habla de revisar los protocolos de seguridad en la cabina de los pilotos, para evitar que se repitan acciones como la que presuntamente dio lugar en esta tragedia, es decir replantear los blindajes de cabina que impiden asaltos de terroristas o pasajeros violentos.
Las reacciones en otros países para garantizar seguridad a los vuelos, ha sido aplicando el sentido común, como México, el primer país latinoamericano en obligar desde ayer a mantener siempre en la cabina a dos tripulantes autorizados. De acuerdo a la norma -que otorga a las compañías un plazo de 24 a 48 horas para su aplicación-, cuando alguno de los pilotos deba salir de la cabina, quien quede al mando obligará a un sobrecargo a pasar a la cabina y así asegurar que en todo momento la puerta pueda ser abierta para permitir el regreso del tripulante ausente.
Otro paso adelante tras el error humano, que por acción u omisión, no puede controlar la tecnología más avanzada.
