Estos dos defectos que procuramos practicar con ahínco, conscientemente en algunos casos, y de forma inconsciente en otros, se manifestaron en los dos últimos partidos del seleccionado nacional de fútbol, en la agónica búsqueda de llegar al Mundial 2010. Nos creemos los mejores de antemano, y luego no sabemos expresar con humildad que nuestras proclamas previas no siempre coinciden con los resultados posteriores. Nos destacamos cuando debemos dar prueba de los talentos individuales -Del Potro lo confirma-, pero nos causa fatiga cuando hay que ponerlos al servicio de los demás en búsqueda de una victoria colectiva. De ahí que nos resulte tan difícil vivir en sociedad.

También nos especializamos en arrojar culpas sobre los demás, en vez de asumir responsablemente los propios errores. Lo decía el DT de la selección, Diego Maradona, en declaraciones llenas de resentimiento hacia los periodistas: "desde los 15 años, me vengo peleando con ustedes". Lo cierto es que el periodismo deportivo ha sido muy indulgente con él. Como jugador, dentro de la cancha, no daba lugar a críticas. Sin embargo, su tarea actual genera cuestionamientos. Más allá de su indiscutible conocimiento futbolístico, no está preparado para todo lo que demanda este cargo: experiencia, manejo de grupo, planificación de entrenamientos y estabilidad emocional.

El seleccionado no puede ser una masa de individualidades. Se necesita un proyecto de juego y el funcionamiento colectivo. No hay mística sin pase al compañero. Maradona debiera admitir ser el responsable de que el equipo no tenga una idea de juego. Como líder de grupo, convocó futbolistas compulsivamente y formó un cuerpo técnico incompetente.

Como sociedad, siempre esperamos que un mesías nos regale mágicamente la solución que debemos encontrar entre todos. Leonel Messi es un excelente jugador en el Barcelona, pero salió muy desacreditado de Asunción. No se involucró en el partido, no pidió la pelota, no se rebeló ante la adversidad. Es un solista indiscutido, pero no sabe formar parte de un grupo ni tiene intérpretes complementarios para potenciar su rendimiento. Mientras tanto, otros equipos nacionales que ganan menos dinero, siempre se pusieron la camiseta y fueron exitosos desde el factor humano: Los Pumas, Las Leonas o La Generación Dorada del básquet.

Es para pensar en el porqué. Si somos sinceros, descubriremos que el fracaso de la selección es una muestra de lo que somos los argentinos como sociedad.