Una de las principales preocupaciones del hombre es su correcta orientación, especialmente geográfica. Saber dónde se halla y hacia dónde se dirige es sin duda una brújula interior que marca un ritmo ágil y certero en la vida. Para eso existen las señales que son de alguna manera el lenguaje icónico con los cuales los individuos se comunican entre sí y logran arribar a los lugares que desean.

Sin embargo, en San Juan, si bien existe una clara política dirigida a mejorar estos pequeños y grandes detalles de la vida cotidiana, hay sitios donde las señales viales están torcidas, rotas, despintadas, o inutilizadas por actos vandálicos. Hay excepciones, como la señalización en la Capital sanjuanina que se encuentran en buenas condiciones, pero el déficit es alto en el muchos lugares de la provincia.

Tampoco hay personas idóneas que proporcionen una información coherente y veraz. Cada habitante, en la medida de sus posibilidades, debe ser un buen informador pero para ello tiene que poseer conocimientos valederos para que brinden con exactitud y dinamismo la respuesta que esperan los visitantes. Las señales tienen un sentido en sí mismas y el daño constituye un delito, con alto para el Estado.

El cuidado de los caminos, de las rutas de acceso, de los monumentos y de todo aquello que pertenece al patrimonio cultural y social debe resguardarse y mantenerse siempre impecable porque no es una simple ornamentación, sino una guía valiosa que ayuda a todos.

No hacer perder el tiempo ni combustible, no arriesgar vanamente la vida de los ciudadanos, es una premisa valedera que deben tener en cuenta las autoridades municipales y de organismos viales y culturales.