Es esperado referendo para decidir si Escocia se convierte en país independiente, o mantiene sus lazos con el Reino Unido, se realizará el 18 de septiembre del año próximo, según el anuncio efectuado en Edimburgo, el viernes último, abriendo grandes expectativas en torno a una consulta donde el pueblo tendrá el "sí” o el "no” como únicas alternativas para decidir su futuro. Los alcances del plebiscito, anticipados por el primer ministro Alex Salmond al Parlamento de Edimburgo, fue calificando de día histórico al pronunciamiento, generando reacciones encontradas a la luz de la compleja situación económica y geopolítica que se desprende de la autonomía buscada.

Quienes desean que se mantenga el actual estatus bajo el paraguas de Londres, advierten el riesgo de hacer creer a la ciudadanía que el separatismo implica un paso adelante como nación, sin advertir los alcances de emprender un camino solo inspirando en el patriotismo engañoso y alejado de las premisas del mundo globalizado.

El proindependentista Partido Nacional Escocés asegura que los ingresos por el petróleo del Mar del Norte, la ganadería, la pesca y la producción del famoso whisky le permitirían prosperar a una Escocia independiente, pero otros partidos en Edimburgo y el propio Gobierno de Londres han observado que tanto Escocia como el resto del Reino Unido saldrían perdiendo. Los primeros interrogantes son cómo una Escocia independiente podría seguir en la Unión Europea o de lo contrario negociar su ingreso en momentos económicos turbulentos. Lo cierto es que a la natural antipatía que se tienen escoceses e ingleses, se ha sumado la crisis actual, un aliciente más para despegarse de la crisis que afecta al Reino Unido.