El gobernador de San Juan, Sergio Uñac, en cadena provincial.


La serenidad es una virtud, que algunos la exhiben naturalmente, y en tal caso es un don, un talento, algo muy grande que se trae desde la cuna. Pero también puede ser un logro, una conquista, algo que se ha trabajado largamente durante la vida, y en este caso es un mérito. La serenidad se pone a prueba en muchas circunstancias. Es la que alabamos en un delantero cuando con pasmosa tranquilidad convierte un gol. O, por el contrario, es la del arquero frente al adversario que se le viene solo, con pelota dominada, y sale a achicarle el espacio con actitud serena y concentrada. Esa actitud es la que tiene el dueño de casa, al que se le está incendiando el rancho. Puede volverse loco, desesperarse y en esa confusión cometer errores y poner en peligro su vida. Pero si conserva la serenidad, tendrá la claridad suficiente como para decidir exactamente lo más adecuado en ese dramático momento. Y lo que es más importante aún, transmitirá esa tranquilidad a los suyos, quienes muy probablemente imitarán su accionar y ganado un precioso terreno en pos de su salvación. En momentos de crisis, difíciles, es cuando se ve el temple de los hombres, o mujeres, que tienen autoridad sobre un grupo de personas. El capitán de un equipo, de un barco, de una tropa de soldados, el gobernante, o un padre de familia. Es el hábito tan apreciado en la azafata que recorre con serenidad los pasillos, cuando el avión ha entrado en zona de turbulencia. Los pasajeros otean su semblante y según como la vean, se tranquilizan o entran en pánico. Es un atributo de los que les toca ser piloto de tormentas cuando arrecia la tempestad.


Esa sensación me transmitió el gobernador de nuestra provincia, principalmente, su ministra de Salud y el resto de los integrantes de la mesa, que el jueves en conferencia de prensa, daban cuenta de la aparición de un brote de Covid-19 en Caucete. Con calma, rostro sereno y voz pausada y firme, dio cuenta de la mala noticia, y del comportamiento a seguir, dando precisiones sobre la envergadura del problema. Sin aspavientos, sin echarle la culpa a nadie, sin retar a la ciudadanía, sin compararse con otras provincias, supuestamente en peor situación. Sin especulación política alguna. Y fundamentalmente, sin meterle miedo a la gente, argucia deleznable que no tiene otra intención que manipular a las personas, y convencerlas de que se deben dejar mandar por el "salvador". Que, enojado, tiene que lidiar con un pueblo de inconscientes. Lejos de eso, el doctor Uñac, que estaría seguramente masticando bronca por haber perdido el invicto de varios días sin contagio, transmitió el estado de situación con precisión y claridad absoluta. Comunicó que era un acontecimiento que se estaba esperando en cualquier momento, y por lo mismo que estaban alertas y preparados para enfrentarlo. Esta previsibilidad, permite abrir los protocolos ya escritos, sobre lo que hay que hacer frente a tal o cual situación. A mí, y supongo que a gran parte de la población también, produjo el efecto de un sedante, no para anestesiar o inmovilizar, sino para confiar en que estamos bajo una conducción preparada para enfrentar el momento tan temido. Que exhala seguridad y serenidad, porque sabe lo que tiene que hacer. Eso es lo que rescaté de esa conferencia, y que redimió, en la parte que le toca, el concepto devaluado que se tiene de lo que es ejercer la política. Tiene mi derecha el señor gobernador y su equipo, y puedo escribir esto desde la tranquilidad de saber que, aún en medio de la tormenta, vamos hacia puerto seguro.

Por Orlando Navarro
Periodista