El próximo jueves 5 del corriente se cumplirá un nuevo aniversario de la muerte de Agnes Gonxya Bojaxhiu, conocida mundialmente como Madre Teresa, quien fue beatificada el 19 de octubre de 2003, por el papa Juan Pablo II.

Esta excepcional mujer nació el 26 de agosto de 1910 en la actual Skopie (República de Macedonia), aunque en aquel tiempo la ciudad se llamaba Uskub y pertenecía al Imperio Otomano. Su deceso se produjo en Calcuta (India), cuya ciudadanía había adoptado, en 1997.

En 1928 ya había decidido ser religiosa e ingresó en el convento irlandés de las Hermanas de Loreto. Cerca de las montañas del Himalaya (India) realizó su noviciado y en 1931, realizó sus votos solemnes de pobreza, castidad y obediencia y se convirtió en monja. Adoptó el nombre de Teresa, por Teresa de Lisieux, Santa patrona de los misioneros. Fue destinada como profesora de historia y geografía en el convento de Santa María donde trabajó durante 20 años y llegó a ser directora. Perturbada por la hambruna de 1943 en Bengala y preocupada por los enfermos y pobres de Calcuta, en 1948 el papa Pío XII la autorizó a trabajar como monja independiente. En 1950 la Santa Sede le autorizó a formar la Congregación Misioneras de la Caridad, constituida por 13 miembros. En 1952 inauguró el primer hogar para moribundos (Kalighat ó "’Casa del corazón puro”), donde recibía a todos los pobres sin importar la religión que profesaban. Más tarde fundó un hogar para leprosos y otro para niños huérfanos y sin hogar. En el aspecto económico recibió ayuda del gobierno indio, utilizó el dinero de los premios que le iban concediendo, subastó una limusine que el papa Pablo VI le obsequió en su viaje a la India en 1964 y recibió numerosas donaciones de fundaciones, como la John Kennedy y de personas pudientes que valoraban su trabajo y su explícita posición de "’no hablar de los pobres, sino hablarles a los pobres”. Para 1965 la Orden comenzó a propagarse en todo el mundo.

En 1979 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz por "’su trabajo emprendido en la lucha por superar la pobreza y la angustia que también constituyen una amenaza para la paz”. Javier Pérez de Cuéllar, ex Secretario de la ONU, dijo entonces: "’Ella es Naciones Unidas. La paz en el mundo”. A lo largo de sus 87 años de vida desplegó una vitalidad y energía extraordinarias. Aquellos 13 miembros que integraron la primitiva Congregación, al momento de su deceso llegaron a ser 4.000, repartidos en más de 120 países del mundo, incluidas órdenes masculinas. El gobierno indio le concedió "’funeral de Estado” y su féretro fue trasladado en el mismo carruaje que llevó los restos de Mahatma Gandhi y J. Nerhu. El aeropuerto internacional de Albania, lleva su nombre. Como también una calle en el Bronx (Nueva York). Indian Rayway introdujo en 2010, el tren "’Mother” en homenaje a los 100 años de su nacimiento.

Desde 1998, en nuestro país el día de su natalicio se celebra el "’Día Nacional de la Solidaridad”, en homenaje a las tareas humanitarias que Teresa realizó en todo el mundo.

Como ocurre muchas veces con las personas que se destacan en la historia por sus singulares capacidades, Teresa no ha escapado a las críticas, pero más allá de ellas hay una faceta de Teresa que quiero remarcar por sobre todas sus virtudes y posibles errores en la gesta de tamaña obra. Me refiero a sus cartas personales que el Reverendo Brian Kolodiejnick, recolectó y publicó, donde se desprende que durante 50 años, Teresa experimentó dudas sobre sus creencias religiosas. En ellas expresa que no siente la presencia de Dios ni en su corazón ni en la Eucaristía. Escribe Teresa: "’En cuanto a mí, el silencio y el vacío son tan grandes que miro y no veo. Escucho y no oigo. Mi lengua se mueve, pero no habla”. El reverendo las adjuntó al pedido de Beatificación de Teresa, como testimonio de una persona sincera. Sin hipocresías. Que hizo el bien, quizá con los errores propios de todo ser humano, y con las mismas dudas que experimentaron muchos maestros espirituales, entre ellos el poeta místico Juan de la Cruz, cuando refiriéndose a esas sensaciones, las llamó "’la noche oscura del alma”. Aunque en su alma sintiese esa desolación, Teresa la asumió y fue consecuente con la idea de que los seres humanos que navegan en la oscuridad, necesitan ser consolados. La entrega de amor se transformó en motivo de vida.

(*) Licenciada en Bioquímica MP Nro. 53.