Muchos de los conflictos actuales remiten a la eterna relación de la sociedad con el individuo. Precisamente, asegura Norbert Elias (un sociólogo judío alemán 1897-1990) que "en ambos planos menudean los conflictos, fracasos y derrotas destructores de la vida y del sentido". Es que la gran arma del auge sociológico-psicologista actual nos ayudaría a entender una cuestión de fondo importantísima para nuestro pasar: Las acciones del individuo repercuten en el conjunto, y las acciones del conjunto también repercuten en el individuo ¿Este principio en donde lo vemos? Lo vemos cuando una persona se adueña de los recursos del Estado como propios. Cuando el interés de un grupo no es el del interés general. Así como las sociedades cambian, así también las maneras de hacerse las cosas, no necesariamente tienen la misma llegada, en un tiempo que en el otro.

Es decir, si a este principio lo aplicamos a la realidad actual de nuestro país, muchos deberían entender que ciertas cuestiones no tienen la misma relevancia que tenían antes. Hasta hace poco, luego de tantas interrupciones democráticas por varios golpes de estado en Argentina, la gente no tenia voz ni voto. Ahora, pasado un tiempo, la gente está acostumbrada a votar y a hablar de todo en opinión y urna, pero ello implicaría una gran responsabilidad para la dirigencia y la sociedad de ahora ¿La sociedad actual está a la altura de las circunstancias? Cuando las cosas siguen igual, la falta de templanza o moderación resurgen victoriosas, tanto individualmente, como socialmente. Precisamente, el exceso en moderación le da a un individuo la oportunidad de hacer catarsis con las formalidades, ante el mismo discurso imperante.

La televisión ya resulta obsoleta para una comunicación hegemónica en una sociedad de individuos, que con el adelanto del celular, redes sociales, ya es más horizontal que vertical, en la manera de relacionarse. Oportunamente, muchos intelectuales se tienen que volver artistas para poder funcionar, ante una sociedad de individuos que demanda algo novedoso permanentemente, como para no perder su identidad. El sin sentido hace que perdamos el verdadero sentido de las cosas.

El estar a la altura de las circunstancias, todos unidos como los individuos de una sociedad, nos haría ver la importancia que da el conocimiento interior, y que no consiste solamente en huir con las vacaciones del sí mismo, a través de la evasión, del placer por el placer.

Si no le damos la importancia necesaria a cada una de nuestras cosas cotidianas, más allá del prestigio, dinero, fama, rutina, placer alcohol, droga, violencia, ellas serán la única puerta de acceso a la divinidad y a la autoliberación. Sino nos animamos a decir las cosas que nos suceden realmente, sólo veremos a los fracasos, derrotas, a los destructores de la vida y del sentido, como los verdaderos artífices de nuestro mundo. Si respondemos desde nuestra fortaleza interior, llamando a las cosas por su nombre, lo haremos unidos como una sociedad de individuos excedidos, pero no con la intemperancia destructora, sino con el exceso del arte, las letras, la música, educación y el amor. 

Diego Romero,  Periodista, filósofo y escritor.