En las campañas electorales como en toda publicidad, no se puede esperar la estricta verdad. A los votantes nos gusta que nos alienten con alguna esperanza y más cuando la verdad es dura. Por otra parte es lógico que cada cual muestre solo lo bueno de su producto y destaque lo malo de la competencia. Lo que no variará serán las consecuencias de una u otra decisión: el caos que sufren los británicos luego de la euforia de aprobar la salida de la Unión Europea, resultado inesperado y, más cerca, los problemas severos que vivieron los peruanos años atrás luego de que Ollanta Humala debiera mentir fuerte para ganar. Pero así es la democracia. Winston Churchil, como Primer Ministro de Gran Bretaña, ofreció "sangre, sudor y lágrimas", ganó la guerra pero perdió las elecciones. Los grandes profetas de las religiones ofrecieron en el pasado cambiar sacrificios inmediatos por la felicidad pero a muy largo plazo, con la trascendencia después de la muerte. Desgraciadamente no ha sido posible observar liderazgos de ese tipo en nuestra época. A nuestros contemporáneos les atrae poco el esfuerzo en una era de abundancia y prefieren tener la felicidad ya. Un ejemplo extremo de este fenómeno son los narcos que se dedican a algo tan malo que ellos lo prohiben para sí, pero desarrollan el negocio para saturarse de bienes materiales que es la forma de sentirse bien. Emociona la convicción de la sueca Gretta, pero la joven líder del ambientalismo europeo sigue usando el aire acondicionado y viajando en autos y aviones. No es lo que hacían Siddharta Gautama (Buda) ni Jesucristo, ni Mahoma. En la vida moderna no se convence con el ejemplo sino con palabras o imágenes editadas, el mensaje es indirecto y a nadie se le pide que haga lo que dice. Un ejemplo a la vista es la forma de vida de los principales sindicalistas. Ya no hay Raimundos Ongaros ni Agustines Toscos. Volvamos al principio. ¿Cómo se hace hoy para medir algo tan volátil y fluido como la opinión pública? La ciencia social registra un atraso no tan largo si se los mide previos a las redes sociales y a la comunicación virtual a la velocidad de la luz. Se usan los instrumentos actuales pero aun no se los sabe controlar. Es como sentar en la butaca de un Fórmula 1 a un piloto de ciudad. Se usa la consulta telefónica, mucho más fácil y barata que la visita domiciliaria. Pero no es lo mismo. Décadas atrás me contaba un encuestador que preguntaba a la gente qué veía en la tele. Muchos respondían que ballet, teatro, cine, deportes etc. Luego preguntaba por el principal actor de la telenovela de moda y todos conocían su nombre. Él, en lugar de anotar la primera respuesta, ponía la cruz en el teleteatro. Le estaban mintiendo para quedar "cool". Esa discriminación fina no se puede hacer por teléfono. La gente apurada por seguir con sus tareas y la falta de rostro del consultor hacen que el acierto sea cada vez más esquivo. No lo es tanto cuando se consulta sobre necesidades de un barrio, en eso las respuestas son exactas. Eso sirve para preparar un discurso, para prometer cosas. Pero para definir una persona-candidata, los errores están siendo cada vez mayores. Nadie se explica cómo fallaron tan feo las encuestas que daban ganadora a Hillary Clinton en USA. Ganó Trump. ¿Cómo diablos pasó esto? Fue la expresión más común aquella noche, algo que se repite hasta el día de hoy cuando faltan pocos meses para el final del mandato de Donald. Ninguna empresa acertó con la diferencia que sacaría en las PASO el peronismo de Alberto Fernández y volvió a ocurrir en Mendoza hasta con los boca de urna en la elección de gobernador. ¿Qué sentido tendría manipular el resultado de un boca de urna, cuando el ciudadano/a ya votó? ¿Mal diseño de la muestra? Puede ser, pero llama la atención que fallen tantos y en tan diversas partes. Es para pensar que se ha licuado aquella base segura de los partidos del pasado, el llamado "voto camiseta", y que los electores modernos están cada vez más indecisos y pueden cambiar hasta último momento. Al día de hoy Fernández está tan seguro de ganar que ya opera como si fuera Presidente. Más que las PASO en sí, han sido las consecuencias posteriores a ese resultado las que más han perjudicado a Macri. Devaluaciones sucesivas, alta inflación, incremento de pobreza, baja del salario real, desempleo alto y tasas de interés por las nubes, son factores de una tormenta perfecta bajo la cual ganar una competencia se hace muy difícil. Esas condiciones no cambiarán con Alberto, sobre todo teniendo en cuenta que aquél resultado que le favoreció fue el disparador de la situación actual o, al menos, del empeoramiento de todas las variables. ¿Qué conclusión sacará el elector el día 27? ¿Se mantendrá la tendencia que verifican las encuestas? ¿Habrá sorpresa en los últimos días? A diferencia de otras ocasiones, hay que ser muy valiente para arriesgar un final seguro. Se recuerdan casos como el de 1983, en que el peronismo perdió en el cierre de campaña cuando quemó aquél cajón Herminio Iglesias o el triunfo inesperado de Menem en las de medio término de 1991 luego del envión que le dio Escobar ganando en San Juan o el triunfo del desconocido Néstor Kirchner en 2003 con apenas el 22% de los votos. Desde ahora por las próximas dos semanas seremos bombardeados por números, promesas y fervor de quienes operan de uno y otro lado. En el silencio y soledad del cuarto oscuro, en esa especie de templo laico de las democracias, cada cual revelará su verdad. Por la noche, como se asombró Tocqueville en "la democracia en América", gobernará la aritmética.