La sorprendente producción agropecuaria de Brasil, que ha desplazado en los últimos años al liderazgo mundial que exhibía nuestro país, es resultado de una política de Estado que vuelca enormes recursos financieros al sector.

Gracias al colosal aporte de 60.000 millones de dólares, destinado al plan agrícola 2010-2011, que desde el mes pasado se extiende hasta mediados del año que viene, el campo brasileño llegará a producir esta temporada alrededor de 147 millones de toneladas de granos, frente a los 100 millones de toneladas estimados para la Argentina, en igual período, pero con una superficie sensiblemente menor.

Se trata de una política de estímulo envidiable, diametralmente opuesta a la posición indiferente y restrictiva que tiene nuestro gobierno respecto al agro, y en general frente a todo el sector privado. Esta inexplicable actitud ha sido observada hasta por el propio ministro de Agricultura y Pecuaria de Brasil, Wagner Rossi, en declaraciones a la prensa argentina: "He tenido reuniones con los productores, primero en Buenos Aires y luego en Brasilia. En esos encuentros observé el interés de los empresarios argentinos por copiar este modelo de relación sector privado y gobierno que existe en Brasil”, expresó.

Pero lo que más sorprendió a Rossi es la posibilidad de que Argentina vuelva a restringir las exportaciones de trigo hacia Brasil y es, precisamente, porque la cosecha local no llegará a 10 millones de toneladas, contra 12 millones previstos, impidiendo enviar a Brasil 5 millones de toneladas prometidas, lo que obligará a recurrir a otros mercados.

Los errores políticos se pagan caro y esta es otra muestra de una involución inexplicable.