Las graves irregularidades detectadas en las recientes elecciones tucumanas, sumadas a algunas otras registradas en las PASO locales y en otros puntos del país, vuelven a poner la mira en los sistemas de votación. Una cosa es segura e indudable: un sistema como el empleado en San Juan es arcaico, poco confiable y superado hacia ya varias décadas. Negarse a ver esta evidencia no puede obedecer sino a intenciones nada claras. Hablamos de un mecanismo caro (debe imprimirse al menos un padrón de votos por fuerza política participante), poco transparente (favorece el "voto cadena” y el hurto de boletas en el cuarto oscuro), lento (el escrutinio provisorio es interminable) y desigual (exige una legión de fiscales -1606 personas en San Juan- para controlar que no desaparezcan las boletas en el cuarto oscuro). Es decir, un procedimiento que en la actualidad presenta numerosas desventajas y ni una sola ventaja comparativa.
Las posibilidades de superación pasan hoy por dos alternativas: la boleta única en papel y el voto electrónico. La primera tiene como ventaja su menor costo, ya que sólo se imprime un padrón de votos. Además, evita el hurto de boletas. Como desventajas que se mantienen tenemos la posibilidad del "voto cadena” y la lentitud del escrutinio, como asimismo la incorrecta emisión del voto.
El voto electrónico, claramente superador, elimina todas las desventajas. Es claramente más barato, descarta el voto mal emitido, evita todas las corruptelas posibles (voto cadena, hurto) y es prácticamente instantáneo el escrutinio provisorio. Hay muchas variantes de voto electrónico, pero elijo la implementada desde hace ya ocho elecciones en Salta y, luego, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: el presidente de mesa entrega una boleta al votante; éste ingresa la boleta en la impresora y elige sus candidatos tocando el recuadro correspondiente (puede votar en blanco si quiere); luego, colocando la boleta sobre el verificador puede revisar su voto para asegurarse de que votó bien; finalmente, deposita la boleta en la urna retirando el troquel de la misma. De esta manera, queda el registro electrónico, que permite el escrutinio provisorio inmediato, más la boleta de papel en las urnas, que permite verificar, en el escrutinio definitivo, la exactitud de aquél.
Teniendo en cuenta tantas y tales ventajas, la pregunta surge por sí sola: ¿por qué entonces seguimos en San Juan con el sistema actual? Es una excelente pregunta para que responda el oficialismo. Personalmente, ninguna de las respuestas que he escuchado resiste el menor análisis. "La gente, sobre todo la mayor, no sabrá hacerlo”, dicen algunos, en una clara subestimación de los votantes y olvidando con qué facilidad todo el mundo opera un celular o un cajero automático, mecanismos ambos más complejos que el voto electrónico. "Es inseguro porque el sistema se puede manipular”, afirman otros.
Esto, que obviamente es posible, se salva de dos maneras: con un equipo fiscalizador integrado por informáticos de todas las fuerza políticas, por un lado, y con el escrutinio definitivo, que sigue siendo en papel, por el otro. "Hay que hacerlo, pero llevará mucho tiempo para que se eduque a la gente y se adapte”, sostienen por último los amigos de posponer indefinidamente las opciones transparentes.
En definitiva, es hora de implementar de una vez por todas un sistema que sea confiable y transparente y que garantice que la voluntad eleccionaria de cada sanjuanino será respetada. La salud republicana y la calidad institucional así lo exigen de modo impostergable.
