Volver al meollo de la cuestión, ya no sólo resulta provocador de desinterés, sino también patético. Y valga esta introducción porque es realmente incomprensible el absolutismo impenetrable, descarnado y cuasi-dictatorial que rige en el seno del Consejo Federal de Educación; por cuanto es el ámbito de concurrencia de los ministros educacionales provinciales y desde donde se imparten las medidas que, sí o sí, se deben cumplir en los 24 distritos jurisdiccionales.

Este espacio federal desnaturalizado en su esencia y función, por cuanto es el estamento ministerial nacional donde deberían discutirse, defenderse y debatirse ideas y proyectos sobre educación propias de cada realidad situacional provincial, donde los ministros deberían hacer valer sus criterios, sus fundamentaciones, con la altura y firmeza de un auténtico sentir federal, que hoy en día, parece más una institución vacía que la marca de la condición de argentinidad.

El sometimiento de los Estados provinciales en materia educativa es de un grado tal, que las autoridades de las carteras educacionales han perdido la capacidad de la independencia de conciencia, porque la voz del amo, es indiscutible en sus órdenes, como expresión inalienable de sus pensamientos y criterios.

Y esta presentación tiene su correlato en la política declamatoria del gobierno nacional que hace del Consejo Federal de Educación el brazo ejecutor para el vaciamiento sistemático de la Identidad Nacional a través de las Resoluciones que emite y que son atentatorias de la verdadera y auténtica raigambre y cepaje de argentinidad que debe contener toda norma que sobre educación se dicte.

Esta esfera del organigrama del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación, es a través del cual se canalizan la política educativa del gobierno nacional y es quien dispuso la reducción de horas áulicas a las asignaturas (espacio curricular, según la denominación progresista) Historia, Geografía, Economía, Filosofía y Psicología como espacios específicos e implementando otros de orden genérico como ciencias sociales y ciencias naturales; o haciendo desaparecer Educación Cívica para reemplazarla por la asignatura "’Construcción de Ciudadanía”; todo ello para hacer funcional, en la realidad, la Ley Nacional de Educación.

Si la raza humana evoluciona en medicina, en ingeniería, en biotecnología, en la nanotecnología y en muchas ciencias más, entonces, ¿qué razones? ¿Qué causas? ¿Qué motivos? ¿Qué intereses políticos o geopolíticos nos están llevando a esta Involución Educativa? A esta incontenible pérdida de la calidad educativa.

La tecnocracia del poder público, sin control alguno, ha llevado a la educación argentina a ser un laboratorio experimental de programas y planes en un planteo de esquema desordenado, donde la ausencia de una auténtica ley educativa configure un rumbo efectivo de equidad por antonomasia en las plataformas curriculares que demuestren de manera inobjetable y palmaria que la calidad y excelencia educativa es el resultado de políticas educacionales pergeñadas a 20, 50 o 100 años; y no de metas cortoplacistas con estadísticas manipuladas y dibujadas que desnudan políticas efectivistas de gobiernos y funcionarios NIP (ni políticos ni patriotas).

La reforma educativa en los planes de estudios, de manera alguna puede considerarse como una torpeza de la ideología del poder, sino conceptualmente como un sutil maniqueísmo de la levedad de la actual educación argentina; y esto se desprende de tres claves políticas que muestran el diseño de un modelo político imperativo para eliminar el cabal sustrato histórico del basamento que como Nación no deberíamos perder; sino por el contrario profundizar a saber: 1º) la preexistencia de un indemostrable desorden intelectual y político para pergeñar este modelo de política educativa; 2º) las carencias funcionales en la capacidad de gestión en las áreas de educación, siempre sujetas al monocorde de órdenes impartidas por el funcionariado; 3º) el status educativo argentino revela el paupérrimo nivel imperante de un sistema de educación que desde los comienzos de la década de los 90 se va alejando, sin dique de contención seria y efectiva, y sin vergüenza política alguna, del rigor académico internacional que tan prestigiosamente supo ostentar la República Argentina entre los naciones de la región sudamericana y de otros estados mundiales; para orgullo de quienes invocaban a la educación como el mayor recurso estratégico para ubicar a la patria en el concierto de países con prestigio geopolítico por sus políticas de estado que traspasan sus propias fronteras geográficas.

(*) Docente.