Cada pueblo merece y debe tener una fiesta que lo represente auténticamente y lo contenga. Que sea producto de sus costumbres, de su paisaje, de sus poetas y de sus actividades económicas. Lógicamente esto es algo que no nace de la noche a la mañana, implica una tarea de construcción permanente en la cual cada generación pone su parte.
El principal escollo para que los sanjuaninos desarrolláramos nuestra propia idea de fiesta fue Mendoza, porque esta provincia comenzó a desarrollar ya desde 1936 la Fiesta de la Vendimia y monopolizó toda la actividad relativa a la cosecha, la uva y el vino. En calidad nosotros producimos lo mismo pero en cantidad nos sobrepasan largamente por lo que el aprovechamiento festivo quedó todo para ellos.
Entonces San Juan empezó a probar con una fiesta de la educación que giraba en torno a la semana sarmientina en el mes de septiembre. Fue a principios de la década de los cuarenta del siglo pasado y hasta se llegaron a contratar coreógrafos de Buenos Aires para ordenar las actividades que fundamentalmente estaban a cargo de los chicos de las escuelas primarias. Hasta que en 1944 se produjo el terremoto que destruyó la ciudad y trajo tanto luto y tristeza. Se dejó de pensar en una fiesta propia, solo hubo tiempo para el trabajo y la reconstrucción.
Y San Juan se levantó de sus ruinas, quince años después para 1959 la ciudad estaba nuevamente de pie y entonces espontáneamente los vecinos organizaron a lo largo de la Avenida Rioja, lo que se llamó la Fiesta de la Primavera y la Juventud. El éxito fue tan grande que al año siguiente se dobló la puesta y, con el apoyo del comercio local y los colegios secundarios, se prepararon carruajes que competían con gran belleza y colorido.
Tal fue el entusiasmo que el gobernador Américo García expresó ‘esto, que arrancó el año pasado como la fiesta de los vecinos de una calle, se ha convertido ya en la fiesta de San Juan”. Sin embargo la fiesta no perduró porque esa década del 60 permitió el desarrollo cada vez más intenso de los picnics estudiantiles del 21 de septiembre y los jóvenes prestaron más atención a éstos que a los carruajes.
Otro intento fue la Fiesta del Vino que llegó a realizarse en el Parque de Mayo pero que tampoco tuvo continuidad. Aunque sabiendo de la calidad de nuestros vinos no sería mala idea intentar algún tipo de celebración al respecto, sobre todo a comienzos del invierno cuando ya está listo el vino nuevo. Los tiempos permitieron también el surgimiento de un poeta excepcional, nuestro querido Leónidas Escudero quien junto a otros notables empezó a reivindicar nuestro paisaje, fue él quien escribió frases como ‘oro nestas manos”, o ‘Otra vez ando el campo este, seco de retamos jarillas e írseme la tarde en lo que es ver.” Siempre, detrás de la referencia poética a nuestro paisaje, está directa o indirectamente el sol, es él quien más determina nuestra identidad, sea porque fija al desierto o porque hace brillar al oro.
Aquí aparece una nueva dirección, la que señala nuestra literatura, reivindicar nuestro paisaje, nuestras bellezas naturales, nuestro sol. Quien muy pronto coincidió con esta idea fue Guillermo Barrera Guzmán, un hombre nacido en La Plata aunque enamorado de nuestra tierra y muy pronto adoptado por los sanjuaninos. Entre otras muchas cosas fue director de Turismo de la provincia y desde allí impulsó la primera Fiesta del Sol y el Turismo en el año 1972.
Precisamente este diario, en su edición del 11 de agosto de ese año, anunció en primera página: ‘Inaugúrese hoy oficialmente la Fiesta Nacional del Sol”. Los festejos duraron varios días y el espectáculo artístico estuvo representado por figuras de primera línea nacional, como el ballet de Santiago Ayala ‘El Chúcaro” y Norma Viola y la cantante Ramona Galarza. Del ámbito local destacó la actuación de Saúl Quiroga y los coros universitarios, también hubo juego de luces, fuegos artificiales y el desfile de la Comparsa del Sol. El domingo 27 de agosto Graciela Pineda de 18 años fue elegida la primera reina del Sol y el Turismo.
De a poco, el brillo de la fiesta se fue perdiendo y perdió la posibilidad de tener carácter nacional hasta que en el 2007 se decidió impulsarla nuevamente y alcanzar el brillo de sus orígenes. El primer guión o argumento se llamó Amanece San Juan, todo un símbolo y la fiesta mayor de los sanjuaninos sigue teniendo una bella continuidad.