Ninguna poesía ha dibujado mejor los sentimientos y pasiones argentinas que el tango. Sus frases y sentencia son piezas poéticas fundamentales y han servido de títulos de innumerables obras del cine y de nuestra literatura. Basta algún tango emblemático, para encontrar en su interior verdaderas joyas de la síntesis literaria, de la definición rotunda de situaciones y emociones.

Veamos, por ejemplo, el paisaje diseñado por Le Pera, poeta de las músicas de Gardel, que eternizó en "Sus ojos se cerraron" frases contundentes como: "Se apagaron los ecos de su reír sonoro"; "tal vez ahora vendrán caras extrañas". O en su "Cuesta abajo": "La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser"; "el valor que representa el coraje de querer".

Y Homero Manzi, en "Fuimos": "Fui como una lluvia de cenizas y fatigas en las horas resignadas de tu vida". O como describe a Malena: "A yuyo del suburbio tu voz perfuma... tus ojos son oscuros como el olvido".

Mientras que Cátulo Castillo, en "María", dice: "No sé si eras el eco de una vieja canción... si eras como el paisaje de la melancolía". Y en "El último farol": "Lo vi lucero y lo pensé crecido. Fue la llama feliz que nos llamaba".

Enrique Cadícamo, nos agasajaba en "La novia ausente", convocandola: "Con tus sonrisas repartías estrellas"; mientras que en "Nostalgias", invita: "A borrar antiguos besos en los besos de otras bocas".

U Homero Expósito en "Naranjo en flor": "Eterna y vieja juventud, que me ha dejado acobardado como un pájaro sin luz". Y en uno de sus obras más profundas, "Afiches": "Ya moja el aire su pincel y hace con él la primavera".

Y la versión dramática de la vida, de Discépolo, en "Yira, yira": "Cuando no tengás ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol"; y en "Infamia": "Dichoso abrí los brazos a tu afán y con mi amor salimos, de payasos, a vivir".

En nuestros días, el recientemente fallecido Horacio Ferrer, para las obras de Piazzola, implora a su "Chiquilín de Bachín": "Baleame con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín"; o en "Balada para mi muerte" describe la propia como: "Me pondré por los hombros, de abrigo, toda el alba".

El tango es sueño puro en tablados de farolitos y empedrados reales, crónicas de organitos por las venas de atardeceres soledosos, arrebatos de infancia en potreritos donde la luna se juega la vida en flor, encuentros y abandonos. Ningún paisaje del alma y de la calle ha sido mejor descripto en el mundo que ese del tango, a partir de magníficos poetas que contaron con la complicidad de grandes intérpretes para llevarlo con pasión al sitial que pocas músicas tienen.



(*) Abogado, escritor, compositor, intérprete.