En la vida doméstica utilizamos metáforas similares para describir situaciones en las que todo sale mal. Hay ocasiones en que una variable trae a la otra y se van realimentando sin que esté a nuestro alcance modificarlas. Vienen de una usina que nos queda lejos y sobre la cual no podemos actuar. En otros momentos son nuestras propias acciones las que van desencadenando catástrofes y en la desesperación hacemos lo peor: intentar corregir un error con otro error. Una tercera posibilidad es que se conjuguen las dos cosas, el factor externo y el interno. Más o menos eso es lo que hemos vivido esta semana. La decisión declarada por el presidente de EEUU, Donald Trump, de impedir la participación de capitales chinos en las empresas tecnológicas de su país, que son las principales del mundo y la amenaza a la fábrica de motos más emblemática, Harley Davidson, de sancionarla si pretende montar fábricas en otros países, ha transformado lo que hasta ahora fue una amenaza en una realidad. El futuro de los negocios internacionales tendería a disminuir su flujo si cada país tiende a cerrar sus fronteras comerciales. Hay industrias, productos o servicios calculados en función de grandes espacios de consumidores, a gran escala. Si ese rumbo se corta o se hace más lento, hay que sentarse y recalcular todo. ¿Volveríamos a la era mercantilista que suponía comercios bilaterales caso a caso según la conveniencia? ¿Retomaremos la vía contraria de ir incrementado cada vez más el comercio internacional? La decisión anunciada, más la reciente llegada de ideas nacionalistas como las del Brexit en el Reino Unido, las que predominan hoy en Italia con la llegada de grupos euroescépticos o en España con el dominio electoral de separatistas, son señales de peligro que se venían viendo pero que no habían aflorado con tanta crudeza como con estas determinaciones. Por otra parte ¿estaremos frente a una verdadera guerra comercial que pudiera tener peores consecuencias económicas que la guerra fría? Los mercados financieros, que son concreto espejo de las expectativas así lo interpretaron retirándose de los negocios y refugiándose en papeles como son los bonos de EEUU o monedas fuertes como preludio de un refugio más conservador, el oro, los metales o hasta los granos como en 2008.

 

A esto, que ya es grave, se agregó la continua suba del precio del petróleo que, por ahora al menos, es el elemento transversal a todo proceso porque de él deriva la principal fuente de energía. Todas las bolsas del mundo cayeron mostrando el alejamiento de los inversores de la zona positiva de los negocios para pasarse a la menos riesgosa de la especulación o, peor aún, a la caja de seguridad. En nuestro país, dado que el volumen de operaciones en la bolsa es relativamente pequeño aún comparado con vecinos como Chile, se tiende a asociar el mercado de valores con un puñado de gente con dinero de sobra y operando en los cafés. En el mundo desarrollado, nadie tiene dinero depositado a plazo fijo para que termine prestándosele al Estado, hasta las personas más humildes poseen valores de distinto tipo, sobre todo los fondos de retiro, de pensión o como se les dé en llamar. Mark Zuckerberg domina la mayor empresa del mundo pero posee apenas un pequeñísimo porcentaje de acciones que le permite mantener el control societario. Otro tanto ocurre con Jeff Bezos, en Amazon, o Bill Gates en Microsoft o quien esté ahora en Apple. Como es natural, esta caída bursátil impactó más fuerte en quienes, como nosotros, tenemos las defensas bajas y somos vulnerables a cualquier peste. Esta semana fue un desastre en un año que viene siendo un desastre. Localmente acompañamos esta mala noticia con otras propias, ninguna imprevista, pero no es lo mismo un comentario que la exposición definitiva de la tomografía. La sequía que asoló a la Pampa Húmeda castigó nuestra balanza comercial por el lado de la caída de las exportaciones con la consecuencia de graves daños a actividades asociadas al campo y la secuela natural de faltante de dólares genuinos. Nuestra balanza comercial mostró un rojo alarmante de 34 mil millones en lo que va del año. El natural aumento del riesgo país, diferencia entre las tasas de interés que pretenden cobrar eventuales prestamistas y la tasa que paga Estados Unidos, mostró que fue muy oportuno acudir al Fondo Monetario que nos prestará al 4%, la mitad o menos de lo que nos cobraría cualquier otra fuente.

 

Hay presiones para que se vuelva al subsidio a las tarifas pese a que se sabe que no hay con qué subsidiar.

El dólar siguió en alza superando los 29 pesos por unidad y las intervenciones del Banco Central, que fueron tímidas al inicio de estos días, viraron a más enérgicas el viernes aunque todavía en cifras no escalofriantes como cuando la corrida. Se acumulan presiones para que se vuelva al esquema de subsidios a las tarifas. La escalada del petróleo está llevando el precio a los 80 dólares por barril, lo que hace más comprensible el pedido de las refinadoras de subir más del 3% acordado para julio cuando el crudo estaba más barato y la tasa de cambio a 25. En una teleconferencia atractiva por lo novedosa, el triunvirato de la CGT que termina de organizar un paro general que se cumplió el lunes para protestar contra el FMI, gestionó por vía de Gerardo Martínez una reunión con autoridades del Fondo para cuestionar las condiciones del crédito como si hubiera otra fuente de financiamiento más barata o como si las pautas no hubieran sido sugeridas y firmadas por el propio gobierno nacional. A su vez, gente que se entiende más estudiada como la Corte Suprema de Justicia, también reclamó al gobierno el incremento de su presupuesto bajo amenaza de paralización, como si los sueldos de los jueces fueran semejantes a la Asignación por Hijo. Resumiendo, todos nos quejamos simultáneamente de la inflación que mostrará junio, del 3,5%, y del ajuste que tendería a bajarla. De seguir así, será difícil evitar el camino del shock. Lo que uno no se anima a arreglar, más temprano que tarde se arregla solo.