A propósito del "día de los difuntos'', el tema de la muerte y el miedo a lo desconocido que aquejan la naturaleza humana, se relaciona con una antigua práctica de origen cristiano europeo. Con el tiempo fue recreada culturalmente en América, llamadas "las palabras redobladas'', costumbre que tiene viso de conjuro. En un mundo colmado tecnológicamente ésta tradición no deja de sorprender. En departamentos como Iglesia o Jáchal, aún se practica o se practicaba esta suerte de ritual ante y pos mortuorio. En San Juan, quien escribió un trabajo de índole antropológica, fue María Cristina Krause, titulado "Creencias sobre la muerte''. Tal práctica es común en varias provincias argentinas, especialmente en las del Noroeste. También, la incansable recopiladora de cuentos y leyendas, Berta Vidal de Battini, compiló varias versiones de "las palabras redobladas'', o "palabras retornadas''. Volviendo a la antropóloga sanjuanina, ella apunta en su trabajo etnográfico, realizado en el departamento de Iglesia y que a continuación vamos a seguir, que "cuando el enfermo está agonizando, se llama a una persona de la comunidad para que "le ayude a bien morir''. Ésta solicita a los familiares que se retiren de la habitación y se queda a solas con el enfermo. Entonces le repite "las palabras redobladas''. Constituyen un secreto que sólo debe ser escuchado por el enfermo. Se las trasmiten oralmente a algunos de los hijos, cuando se llega a la vejez''. Se denominan redobladas pues cada palabra se reitera, más precisamente un número.


Las palabras son: "Amigo, diga la una.// la una es la una,/ la que parió en Belén y murió pura.// Amigo, dígame las dos.// las dos son las dos,/ las dos tablas de Moisés/ Amigo, dígame las tres.// Las tres son las tres/ las tres Marías.// Amigo, dígame las cuatro,/ Las cuatro son las cuatro,/ los cuatro Evangelistas.// Amigo, dígame las cinco,/ Las cinco son las cinco,/ las cinco llagas de Cristo.// Amigo, dígame las seis.// Las seis son las seis,/ las seis candelillas.// Amigo, dígame las siete.// Las siete son las siete,/ las siete que brillan.// Amigo, dígame las ocho.// Las ocho son las ocho,/ los ocho gozos./


Amigo, dígame las nueve.// Las nueve son las nueve,/ los nueve coros./ Amigo, dígame las diez.// Las diez son las diez,/ los diez mandamientos.// Amigo, dígame las once,/ Las once son las once,/ las once mil Vírgenes.// Amigo, dígame las doce,/ los doce meses del año.// Amigo, dígame las trece.// Las trece son las trece,/ Para que reviente ese''.// ("Ese es el diablo").

El velatorio se hace en una habitación, como se efectuaba antiguamente en las zonas urbanas. Luego, la preparación de comidas, para los comensales que puede ser un chivito.

Luego sigue una serie de conductas, como el ingreso de los hijos al lecho del enfermo "para que le pidan perdón''. En la ocasión se pronuncian una serie de palabras, casi estereotipadas, como "pidiendo su perdón'', a lo que el aquejado - si está en condiciones -, responde: "que sea perdonado''. Luego apunta: "Si el difunto tuvo promesa con la Virgen de Andacollo, se le coloca la camisa con los colores de la Virgen''. El velatorio se hace en una habitación, como se efectuaba antiguamente en las zonas urbanas. Luego, la preparación de comidas, para los comensales que puede ser un chivito. Siempre los que "acompañan al finado'', colaboran trayendo comida. Durante el velorio, una "rezadora'' de la zona reza siete o nueve rosarios. Una creencia es que los familiares, amigos y deudos no deben llorar, "pues el llanto intranquiliza el alma, ya que no puede entrar en reposo''. La habitación donde se realizó el velorio es cerrada por nueve días "para darle tiempo de acomodar sus cosas''. En esa habitación, pasado estos días se realiza el "novenario''. Estas creencias son una forma que tiene el hombre para superar simbólicamente la barrera de la muerte, confiriéndole desde la perspectiva cultural variados mitos y ritos.