Los antiguos romanos, llamaban "ianua" a la puerta de la casa, como la misma mira hacia dentro y hacia fuera, al corporizar a los dioses se representaba al dios Ianus (Jano) con doble cabeza. Como el año para ellos empezaba en marzo, el rey Numa para indicar el comienzo del año civil, añadió el de Januario (enero, mes de la expiación) en honor al dios y a las fuerzas actuantes en el círculo de la vida, según sus creencias. El dios bifronte representa en cierto modo, lo conocido en una de sus caras y lo desconocido en la otra. Su imagen se colocaba al lado de la puerta para pedir protección tanto de un lado como del otro.

Un día como tantos otros, el Capitán Hugo Emi y la Banda de Música del Regimiento 22 de Infantería, preparaban la visita a la lejana Villa Nueva, al Norte del departamento de Calingasta. Los acompañaban civiles y unos niños. La visita como tantas otras, "no nació de ceremonias dilatorias/ ni de un interminable expedienteo/ no perdía su fuerza en oficinas/ ni en burocracia perdió su tiempo".

Allí ante los habitantes de Villa Nueva, que hacen Patria en esos lugares, lejanos en cuanto a distancia, pero no en los sentimientos, ejecutaron las canciones patrias de manera vibrante, y ese pueblo que muchas veces por falta de instrumentos cantaba a capela. Esta vez con Emi y su Banda de Música, ofrecieron la voz de sus gargantas y el latir de sus corazones despertó el sentimiento.

Cumplida la misión, volvieron todos, soñando caminos, cantando a lo largo del sendero y con el cielo de la noche de esplendor cubierto. Todo era un soplo de inspiración, que como un eco recordaba a nuestra canción patria: Ituzaingo, Gral. Belgrano, entre otras que habían ejecutado.

Pero el rostro de Jano, que protegía en el exterior no lo hizo, y a las 22.45 del 24 de enero de 1986 apareció la tragedia. Se sintió como si la fuerza de un alud, la destrucción de un sismo y la fuerza destructora de un incendio, atacaran todas al mismo tiempo. El vehículo se precipitó en un barranco en el cerro El Tambolar, ocasionando la muerte de 16 personas. El resto del pasaje sufrió considerables heridas. DIARIO DE CUYO fue el primer medio en llegar, cumplió con la función social de informar y dejar el registro de fotografías más importantes y completas de la tragedia. Los otros medios también lo hicieron informando permanentemente, sin sensacionalismos y con seriedad.

Al igual que ocurrió el 15 de enero de 1944, ahora los sanjuaninos una vez más dieron a conocer su temple de pueblo valiente y solidario. En una tarea titánica que duró más de diez horas, personal del RIM 22, Cuerpo de Bomberos, la Policía, el Club Andino Mercedario, la Cruz Roja Argentina, los Socorristas Voluntarios, todos se presentaron para colaborar, en el rescate de los heridos y fallecidos. Tarea no fácil, pues la hondonada tenía más de 100 metros de profundidad y de muy difícil acceso. Contando con pocos medios técnicos y económicos, pero con la voluntad siempre indómita de ayudar. ¿Y qué decir de la ayuda del personal médico y enfermeros de nuestros Hospitales Dr. Guillermo Rawson y Dr. Marcial Quiroga y de los centros sanitarios departamentales? La ayuda espiritual del entonces señor arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Italo Di Stéfano, de monseñor Antonio López Soler, el padre Enrique entre otros. De la IV Brigada Aérea de El Plumerillo y la Dirección de Aeronáutica de San Juan.

Al pie de la montaña, fue conociéndose la magnitud de la tragedia, entre los fallecidos estaba el niño Rodolfo Vera y el docente Anselmo Hipólito Espín y catorce integrantes de la Banda de Música del RIM 22. San Juan contuvo la respiración y el dolor arraigó en los corazones, en el paisaje parecía que sollozaba el viento y el agua del río cantaba su elegía, en ésta que fue la mayor tragedia automovilística de San Juan.

"Cuando el clarín tocó a silencio", en la hondonada del cerro Tambolar se fueron el Cap. Hugo Emi; los suboficiales principales, Angel Bazzanelli, José Moreno y Carlos Nievas. Los sargentos ayudantes, Mario Cabeza, Nicolás Navarro, Oscar Gómez, Héctor Durán y Oscar Tarifa; los sargentos Pros. José Arce, Jorge Rodríguez y Jorge Agüero; el sargento, José Villalobos y el cabo Pro. Sergio Méndez.

Para todos ellos una oración y el recuerdo agradecido, porque a través de la música, nos hicieron sentir el sentimiento patrio, que es para la vida como los rayos del Sol o el riego del agua para los cultivos.