Hoy, tanto en Argentina como en el resto de los países, nos desafía un futuro que entrelaza grandes progresos con grandes incertidumbres para el desarrollo de nuestras comunidades. Las distintas evoluciones vinculadas con la globalización e interdependencia creciente entre naciones se ven afectadas por la polarización de los procesos políticos y partidarios, y la volatilidad manifestada recientemente en los eventos sociales y económicos que suceden en el mundo. Este panorama genera inquietud y temor en nuestras sociedades. Pero también hay una respuesta colectiva que ciertamente produce esperanza.

El 3 de diciembre último, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas estableció el 24 de enero como Día Internacional de la Educación. La resolución reafirma los compromisos asumidos por los Estados Miembros en septiembre de 2015 en pos de una agenda de transformación educativa para el desarrollo sostenible, con metas orientadas al año 2030.

Es de significativa importancia poner a la educación en primer nivel de orden mundial como respuesta a los obstáculos que deben enfrentar las comunidades.

La resolución emitida por la ONU aborda y ratifica la importancia de la erradicación de la pobreza en todas sus formas como requisito indispensable para el desarrollo sostenible; el compromiso de lograr el desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental de manera equilibrada e integrada; y el reconocimiento de la educación como factor fundamental para alcanzar el desarrollo sostenible, el crecimiento económico y el trabajo decente.

¿Por qué se declara un día internacional de la educación? Porque si bien hay grandes diferencias entre los países, también hay notables similitudes en las raíces de las desigualdades que enfrentan niñas y niños. Es de significativa importancia poner a la educación en primer nivel de orden mundial como respuesta a los obstáculos que deben enfrentar las comunidades. Pobreza; discriminación; malnutrición y deficiencias en los servicios médicos; distribución desigual de recursos; bajas expectativas en los aprendizajes; escuelas que no están suficientemente equipadas, son sólo algunas de las injusticias sistémicas que impiden que millones de niñas, niños y jóvenes cumplan todo su potencial alrededor del mundo.

Con la proclama, la Asamblea General de la ONU convoca a todas las partes especialmente Estados Miembros, organismos de la organización, sociedad civil, entes no gubernamentales, instituciones académicas, sector privado, personas a título personal- para recordar la fecha. Desde el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación nos comprometemos con este llamamiento y seguimos trabajando para dar respuesta, de manera inclusiva e inteligente, a los desafíos que se presentan para construir juntos relaciones positivas y constructivas, de escucha profunda, de reflexión y creación colectiva de los caminos que lleven a mejores oportunidades para cada niña y niño, especialmente referidas a la incorporación de las competencias, los saberes, los valores, la autonomía, la conciencia y el desarrollo emocional que necesitarán para navegar un presente y futuro turbulentos y complejos.

Es clave comprender la importancia de desarrollar un liderazgo colectivo local y global con sustento en la educación. Un solo maestro o emprendedor social pueden impulsar un cambio, sin duda, pero serán ellos, junto con los estudiantes, los padres, los líderes de la comunidad, los responsables de la formulación de políticas y otras partes interesadas, todos trabajando juntos y sin discriminaciones, los que lograrán y sostendrán el progreso significativo que necesitamos para vivir en paz.

 

Por Oscar Ghillione   Secretario de Gestión Educativa de la Nación.