La incertidumbre actual cuestiona si las programadas inteligencias artificiales serán mejores que los sentimientos solidarios humanos. En este contexto del coronavirus nos debatíamos entre la salud y la economía. Y, elegir la salud, implica el salvar vidas humanas, cuando los datos resultan imponentes en estos momentos por la pandemia, que arroja un total a la fecha de un millón casos, y más de 51.200 muertos en el mundo entero. Al respecto, actualmente, la economía resulta invisible todavía, sin datos precisos, pero con un panorama laboral incierto para muchos. No obstante, otro contraste, presentan países como EE.UU e Italia, donde crece la muerte. Es decir, el coronavirus marcará un antes, y un después. Un antes, rodeado de una monotonía económica política individualista; y un después, en una realidad amenazada por lo tecnológico distante. Al respecto, este antes planteaba a una práctica aceptada por la mayoría, pero con una incógnita: ¿Hasta dónde el adelanto tecnológico nos haría más solidarios o nos volvería más inhumanos? Para ser más preciso, hay tres síntomas que desafiaban a la humanidad antes del coronavirus, y que serán una incógnita. Estos tres síntomas son: Lo tecnológico, ecológico, y la cuestión política. Con respecto a lo primero, el universo avanzaba a pasos agigantados con el auge del internet, biotecnología, pero con deficiencias. Oportunamente, pongamos un ejemplo: algunas naciones de avanzada en temas educativos a distancia planteaban la necesidad de suplantar a los profesores con aulas virtuales, o con la creación de robots inteligentes. Ahora, una pandemia, ya plantea la realidad de los docentes como irremplazables. El desafío mundial frente a una pandemia visibiliza que el internet tecnológico puede ser altamente pedagógico, pero que no resulta igualitaria en una vinculación humana práctica, cara a cara. El docente – estudiante valora esta comunicación, pero que en la práctica pedagógica simple, plantea muchas inquietudes.
Con respecto a lo segundo, lo ecológico, no es menos preocupante, cuando el calentamiento global alarma al planeta. El antes del coronavirus sostenía "el gran vacío” de parte de las religiones, intelectuales, frente a un universo colapsado de incertidumbre. Pero, hoy, después de la pandemia, "no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el de los pobres”. Y, con respecto a lo tercero, y último, no es para menos, porque el futuro de la humanidad se decidirá en el tratamiento que da a los descartados, ya sea en un futuro político integral solidario o de individualismo elitista. El mundo después del coronavirus se debatirá entre un mundo más abierto o cerrado, solidario o individualista, de éxito indiferente, o el de acompañar al más débil.
Es decir, frente a la amenaza del virus las naciones se desglobalizaron, se volvieron más nacionalistas, y cerraron su fronteras. Ahora, ¿las políticas del miedo imperarán y seguirán cerradas, o se abrirán a la ética de la responsabilidad, en el respeto a todas las labores humanas, prescindiendo momentáneamente de la máquina práctica, y cuidando al medio ambiente?
Por Diego Romero
Periodista, filósofo y escritor