El nombre resuena, convoca a San Juan, no es extraño a nadie, sea porque conoce su trayectoria y lo que expresa en esta tierra o porque tiene de este hombre alguna referencia de sus padres.


Hace varios años, su voz excelentemente timbrada llenaba el corazón de la más ilustre radiofonía sanjuanina. Recuerdo sus últimos pasos cansinos, ilustre despedida de la ciudad y los barrios que lo amaron; es lógico, tanto caminar la vida; pero la misma estampa de galán de aquellos del radioteatro, de personajes gloriosos, aventureros de célebres historias que paseaban su hombría en la imaginería que brinda ese pretexto para soñar que es la radio.

". ..una cajita menor,...innegablemente cargada de ensueño...Desde ella compartíamos odiseas y hazañas...''


Acurrucados en la cama de nuestros padres, cuando no había televisión (esa caja tantas veces vacía que nos agobia), nos cobijábamos en otra cajita menor, pero innegablemente cargada de ensueño, que es la radio. Desde ella compartíamos odiseas y hazañas de héroes de fábula que saldaban nuestras fantasías. Allí estaba Alberto Vallejos, casi siempre el galán de la radionovela de la vieja Radio Colón (el "Chueco'', para los amigos), y desde allí nos anunciaban que El León de Francia, El Hijo de la Bruja o Fachenso el Maldito se presentarían en todos los rincones de la provincia, donde llenaban salones, clubes, pistas de baile, desbordando ese teatro vivaz y sincero que en un pequeño escenario daba vida a la ilusión sólo propia de la radio.


Alberto Vallejos condujo hasta su muerte otro símbolo provinciano: La Pandilla del Tío Melchor, donde los domingos temprano presentaba las voces de los niños que querían expresar la música. Luego muchos de ellos triunfarían en escenarios del país.


A pocas casas de la nuestra, en la de Herminia Frías, una de las integrantes el clan radioteatral, sentados en el piso del patio de su casa, vimos en sus ensayos desfilar atónitos las voces y figuras de aquellos personajes extraordinarios que encarnaban un puñado de talentosos que subyugaban la imaginería de los sanjuaninos las noches de aquella radio de fantasía. Alberto Vallejos, comandaba la trouppe. Y todas las mañanas del domingo, nos regalaba con su proverbial calidez la dulzura e ingenuidad de la Pandilla dominguera. Vuela, dulce e imbatible, tu insigne memoria, Alberto Vallejos, por las calles y barriadas de un San Juan que te reconoce.