Tres pibes, como nosotros lo éramos en nuestros comienzos, subieron cerca de las 12 al escenario con decisión y cantaron magníficamente: Ricardo Ochoa, Ernesto Guardia y el "Nene” Fernández. Era un local de peña del centro sanjuanino, y causaron sensación.
El tiempo fue armando senderos y delineando perfiles. Aquellos muchachos crecieron al amparo de una explosión de la música popular folklórica de la época, y pusieron en los tablados del país una impronta especial. Dotados de voces muy importantes y talento para arreglar sus canciones con gran calidad, se recostaron en el trabajo de sonidos y voces con un sello inocultable en lo coral.
El ‘Nene” Fernández se ha ido muy joven de este mundo, pero urgido a difundir sus cantos a lugares que nadie sabe precisar, pero que se intuye tienen un colorcito celeste que los hace dignos y sagrados. De todos modos, la canción de "Los Puneños” golpetea las puertas del alma popular; se enhebra en paisajes donde el Zonda ha de parir en agosto ardores y batallas de luz cobriza y polvo; anda por ahí cerca prestigiándonos, acariciándonos, arrullando madrugadas ganadas, arboledas de zambas y cuecas.
Ernesto Guardia continúa con su capacitación de cantores y guitarreros en su conocida Casa Musical. El "Negro” Ricardo Ochoa firmando con acento sanjuanino la música del Teatro Colón; ambos arregladores de música y de conjuntos folklóricos, músicos hasta la raíz. Han hecho huella, mucho más de lo que ellos mismos pudieran imaginar, porque hoy nadie que ama la música folklórica los ignora, aunque han pasado muchos años sin su presencia en los escenarios, desde 1980 cuando Ochoa se marchó a Buenos Aires. Las noches veraniegas de los festivales, los extrañan. Las callecitas que en los barrios agasajan el amor con canciones del lugar, se sienten más solas. Aquella Fiesta del Sol de los setenta, cuando los barrios se tuteaban con la Noche de Serenatas que ofrecían los artistas locales y foráneos participantes, ha pintarrajeado a trazos de nostalgia un hueco donde gran parte de nuestra música se ha ido para no volver. Pero el artista deja su huella en la conciencia de la gente, en las remembranzas, en el alma popular; esto es inconmovible, entonces me vienen al pellejo y las lágrimas las líneas que una vez escribí a la partida de un poeta: "Por eso, como hojas o pájaros extraviados, lo rastreará por los vientos azules; y cuando por ahí halle, en un páramo dulce, un bostezo suyo, un latido suelto, una lágrima seca, una contraseña de luz en el aire, en esa huella aún florecida ha de desplegar una mano final, desesperada, hasta palparle, satisfecha, el secreto de la eternidad”.
(*) Abogado, escritor, compositor, intérprete.
