Nos encontramos en el umbral del año 2010 y junto a esta realidad aflora como una sana tradición, la necesidad de ensayar una especie de adecuado balance del año que finaliza. Y no me cabe ninguna duda que existen variadas razones para hacerlo, sobre todo, cuando debemos admitir que por sobre todo el peso que nos han impuesto una serie de circunstancias que desgraciadamente nos vienen diezmando como sociedad, siempre existe la posibilidad de avizorar con cierta cuota de optimismo y esperanza, lo que viene hacia adelante.

Estimo que en el contexto nacional y pese a los efectos de la crisis financiera internacional que muchos países ya han comenzado a remontar, nuestro país sigue gozando de todas las posibilidades y oportunidades que nos ofrece un mundo que cada día se hace más demandante, no sólo de nuestros alimentos, sino que de toda nuestra potencialidad, energía, capacidad e inteligencia. Y esta situación que claramente nos beneficia, trasciende a nuestros históricos e inexplicables absurdos y contradicciones porque a partir de los privilegios que nos ha otorgado la naturaleza, no dejamos de representar esa Argentina que se ubica entre los 10 países que poseen la mayor superficie territorial y que ostenta, una de las mayores potencialidades económicas del mundo.

En esta línea de reflexión y atendiendo a que lo que más preocupa es el futuro provincial, no estimo necesario realizar desde mi legítima condición de ciudadano, una valoración de lo que representa la gestión del Gobierno Nacional. Es más, creo firmemente que los variados problemas de zozobra que vive nuestra sociedad y que laceran desde la incapacidad, inseguridad, corrupción, pobreza y marginalidad a nuestro pueblo profundo, desde los altos niveles de desesperanza que a diario nutren las desilusiones de nuestra gente, me hacen ahorrativo de mayores comentarios. Sólo quiero manifestar a titulo final, que sueño con la posibilidad de que la nueva conformación del Congreso nacional cuente con la sabiduría de advertir, que respecto de cualquier Proyecto de País existen problemas que son, unos urgentes e importantes y otros, accesorios y secundarios, y que este nuevo Congreso tenga adicionalmente la grandeza de asumir, que los deberes y obligaciones de gobierno no requieren de embrollonas excusas y justificaciones, sino que de definitivas respuestas y soluciones.

Nuestra provincia viene experimentando a lo largo de estos últimos 6 años, una transformación que no reconoce parangones en la historia provincial. Una transformación que muy lejos de toda mezquindad, esta asociada a una clara decisión de avanzar en un modelo de progreso y crecimiento que se sustenta en el desarrollo de nuestra infraestructura, el turismo, la agricultura y nuestra minería. Sé que no hemos alcanzado ni el limbo ni el paraíso, pero sé también que contamos como nunca había ocurrido, con un derrotero y un norte claramente definido. No me cabe ninguna duda que respecto de muchos temas se hace necesario debatir y consensuar, porque nuestras diferencias que no nos hacen ni peores ni mejores, deben contribuir a construir todos los acuerdos que se hacen imperativos, para proyectar a ese San Juan inclusivo, solidario y lleno de oportunidades, que debemos legar como futuro a nuestros hijos.

Quiero manifestar en este contexto, que desde ninguna convicción política la justicia social es posible, si esta no persigue como propósito fundamental la idea del trabajo, que es lo único que dignifica y ennoblece la existencia y el esfuerzo de todo ser humano. Desde ningún objetivo gubernamental debe propenderse a potenciar solo un crecimiento económico, porque este tipo de crecimiento asociado siempre a una concentración económica, no contempla un efectivo desarrollo humano. Un crecimiento económico asociado a un desarrollo productivo y a un desarrollo humano, es quien favorece la legítima distribución de la riqueza y es este tipo de distribución y no otro, es el que se traduce en futuro y bienestar reasegurando un progreso que solo bajo esa condición, puede concebirse como superador, sostenido, sostenible y responsable.

Estimo con todo el respeto que me merecen quienes piensan diferente, que hemos comenzado a dejar atrás una cultura insana e improductiva fuertemente arraigada al concepto de provincia mono productiva; estimo también, que se han dado grandes pasos destinados a compatibilizar las necesidades de desarrollo económico productivo que requiere nuestra provincia, con las necesidades de la comunidad y las urgencias que reclama nuestra gente.

Esto es lo que nos hace diferente al resto del país y lo que en la medida en que sigamos sosteniendo una mirada estratégica y de largo plazo, nos permitirá en fiestas tan sentidas como las que estamos celebrando, soñar con la posibilidad de que un San Juan dinámico, prospero y pujante, es definitivamente posible.