Profundas transformaciones experimentó la sociedad argentina en las últimas décadas del siglo XIX y primeros años del XX. El suelo patrio, relativamente poblado, registró un acelerado incremento de la población. El factor determinante de tal crecimiento fue producido fundamentalmente por el arribo al territorio nacional, de grandes contingentes de inmigrantes procedentes del Viejo Mundo.

En le período comprendido entre 1880 y 1910, más de 2.000.000 de inmigrantes llegaron a la Argentina. Fuentes fidedignas indican que en 1914, la población argentina estaba formada por un 30 % de extranjeros.

El preámbulo de la Constitución Nacional, entre otros objetivos, asegura los beneficios de la libertad "para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino". El artículo 20 de la Ley Fundamental, a su vez comienza diciendo: "Los extranjeros gozan en le territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano". Por su parte, el artículo 25 consigna: "El gobierno Federal fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuestos alguno, la entrada…de los extranjeros que traigan por objeto labrar las tierras, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencia y las artes".

Dos grandes intelectuales argentinos de la segunda mitad del siglo XIX, ya habían afirmado la necesidad y ventajas de fomentar la inmigración. Juan Bautista Alberdi había dicho: "Cada europeo que viene a nuestras playas nos trae más civilización en sus hábitos que comunica a nuestros habitantes, que libros de filosofía". Por su parte, Domingo F. Sarmiento, afirmaba: "El elemento principal de orden y normalización que la República Argentina cuenta hoy, es la inmigración europea".

El continente europeo, con alto crecimiento demográfico, acentuada crisis agrícola, sumado a las guerras y conflictos religiosos, miraba a la Argentina donde la economía se orientaba en un modelo agroexportador. A su vez, la Ley de Colonización, del presidente Avellaneda en 1876, favorecía notoriamente la inmigración. Los grupos de inmigrantes llegados a éstas tierras se componían en su mayoría por hombres jóvenes aptos para el trabajo físico, mientras las mujeres eran minoría.

El proceso de adaptación a una nueva lengua, nuevas costumbres y a una nueva cultura, no fue fácil. Las experiencia compartidas en le trabajo y en la vida diaria, favoreció la integración de los extranjeros en la sociedad nativa. En la actualidad la sociedad argentina es, en buena medida, el resultado de esa integración.