El proyecto de Aníbal Fernández, de legalizar el consumo de droga, es la mano más grande que se podrá dar al narcotráfico. Amén de que estos intentos han fracasado estrepitosamente en los países donde se instrumentó, incrementando notoriamente el consumo, constituyen un insólito puente de plata a los narcotraficantes, que deben estar sumamente agradecidos con esta carta blanca al consumo.
Una elemental ley económica pregona que el incremento del consumo provoca: un encarecimiento del producto de que se trate o un incremento de la oferta. En ambas situaciones, los únicos beneficiados son los vendedores de droga y los únicos perjudicados los consumidores, que aumentarán exponencialmente agravando el drama social de la droga como fundamento de la mayoría de los delitos contra la propiedad y la vida. Realmente una atrocidad política y social.
El estiramiento del piolín de la sensatez está llegando a límites alarmantes. Cuando ella se quiebra, los resultados son catastróficos. Y si la fractura proviene de las entrañas del poder político, semejante ruido ha de trastornar a mucha gente y aturdir a la sociedad. Aunque -no nos extrañemos- que esto que promueve el propio gobierno luego aparezca desactivado por la propia Presidenta, como ha ocurrido con casos similares, tratando de demostrar una razonabilidad incompatible con su postura anterior.
El argumento de que no debe perseguirse a los consumidores porque esto distrae a los medios represivos en tareas menores y les impide perseguir al narcotráfico, es -por lo menos- cínico. No hay una sola razón que impida al Gobierno a desarrollar políticas de lucha contra el narcotráfico. Debemos entonces preguntarnos seriamente por qué no se lo ha reprimido hasta ahora.
Si los juzgados están saturados por causas contra los consumidores, es porque la investigación policial (el gobierno, en suma) ha cargado contra éstos y no contra los mercaderes de droga, verdaderos culpables en esta debacle social que hoy corroe el equilibrio y la sensatez social y fogonea aún más la inseguridad.
Estudios serios en México han dicho que: "Un gran ejemplo que demuestra que el simple hecho de legalizar las drogas no ayuda a disminuir el consumo, es la situación que vivió el Estado de Alaska que ni por ser parte del país más desarrollado del mundo llegó a buen puerto con esta legalización. Se tuvo que revertir su decisión de legalizar la marihuana ya que observaron un gran incremento en el número de adictos. Todo lo contrario a lo esperado (disminución), provocando esto mayores problemas en sus comunidades. El combate debe ser a la economía de las mafias”.
Si se hubiera tomado el toro por las astas; si se hubiera privilegiado la lucha contra los narcotraficantes por la lucha contra el consumidor, no se estaría utilizando estos argumentos que hieren la razón y distraen el foco del verdadero problema, un flagelo que hoy nos coloca prácticamente a la par de México y Colombia, o sea otra estadística para avergonzarnos.
