Ante la realidad de una injusta distribución de la riqueza en el planeta, la vida y obra del catalán Vicente Ferrer Moncho, nacido en Barcelona en 1920 y fallecido en Anantapur (India) en 2009, donde pasó la mayor parte de su existencia, es un ejemplo de lucha a favor de los más desposeídos.

Su participación en la batalla del Ebro durante la guerra civil española, en el bando republicano, le mostró la crueldad de las luchas ideológicas por el poder y se convenció que ‘la acción une a los hombres y las ideologías los separan’.

Más tarde, abandonó estudios de Derecho e ingresó en la Compañía de Jesús. Quería ser misionero pues creía con firmeza que la compasión que mueve corazones en determinados momentos, no es suficiente y cuando de veras se quiere que haya menos pobres, la cooperación debe ser desinteresada y permanente. En 1952 fue enviado a Maharashtra (India). Allí, la miseria, el sufrimiento y la pobreza extrema, marcaron para siempre sus acciones de vida. La guerra le había enseñado que la paz no es sólo la ausencia de conflictos bélicos, sino que entraña luchar contra la discriminación, el sufrimiento y la pobreza. Muy pronto comenzó a ayudar a los campesinos a cultivar las tierras mediante la apertura de pozos para obtener agua. Consiguió bueyes, arados, semillas y, simultáneamente, les inculcó la idea de unirse en pequeñas cooperativas. Tanta pasión por trabajar a la par de ellos y hacerlos sentir valiosos como personas, conquistaron la simpatía de los campesinos. Elaboró un proyecto de desarrollo integral, teniendo en cuenta seis áreas: Educación, Vivienda, Mujer, Sanidad, Ecología y Discapacidad. Su voluntad y tesón, contagiaba a sus ayudantes y los logros iban creciendo y también difundiéndose. Las clases dirigentes políticas y económicas se sintieron amenazadas en sus intereses por el cristiano blanco que adoctrinaba a sus súbditos a fin de no ser explotados y empezaron a perseguirlo y en 1969, forzaron su expulsión. Hasta la Compañía de Jesús le recriminó su total dedicación a la labor social. Una gran movilización de más de 30.000 campesinos, intelectuales, y una parte de la elite política y religiosa de la India marcharon más de 200 km hasta Bombay para apoyarlo. Indira Gandhi tuvo que mediar en el conflicto y le envió un telegrama recomendándole: ‘Tómese unas cortas vacaciones y luego podrá regresar a la India’. Para ese entonces, Ana Perry, una periodista inglesa, tras hacerle un reportaje y atraída por su obra solidaria, se integró a su entorno como secretaria. Vicente tuvo que regresar a España de ‘vacaciones forzadas’ hasta que la Embajada india le notificó que podía regresar, esta vez a Anantapur, una zona desértica rural con miles de campesinos sumidos en la ignorancia y la pobreza. Llamó a Ana y convencido que la acción es más valiosa que la contemplación, sin rencores, abandonó la Compañía de Jesús y junto a ella comenzaron una labor humanitaria titánica. En 1970 se casaron y, ‘para rellenar los huecos que la gran maquinaria del gobierno deja’, constituyeron una ONG, llamada ‘Fundación Vicente Ferrer’. Sin ninguna ayuda, se las ingenió ofreciendo trabajo a cambio de semillas que le enviaron instituciones de Gran Bretaña, Holanda, Alemania, Francia y España, mientras Ana se dedicaba a concientizar a las mujeres sobre sus derechos, al fomento de la sanidad y a la atención de personas con discapacidad. Se considera que su programa sacó de la pobreza a más de 2.500.000 personas, construyó 2.500 casas (algunas provistas de energía solar), 510 escuelas, 2 hospitales y 4.000 pozos para proveer agua. Creó un Fondo de Estabilidad Social cuya renta anual evita el colapso de los campesinos en épocas de sequía, enfermedad o cualquier imprevisto, y que es manejado por un Comité elegido democráticamente entre ellos.

Después de la muerte de Vicente, Ana y el mayor de los tres hijos que tuvieron, junto a unos 1.000 indios continúan la obra en Anantapur. Los apoyan unos 150.000 colaboradores, especialmente españoles. Han incorporado programas de SIDA con provisión de retrovirales, orfanatos y una de las pocas casas que acoge a mujeres maltratadas. Además, junto a la ‘Fundación Rafael Nadal’, tienen un Centro Educativo de entrenamiento de tenis, refuerzo de inglés e informática. Participan anualmente unos 200 niños pobres a los que además se les brinda suplementos nutricionales y cobertura sanitaria y se les inculca a ser solidarios, compartiendo más que compitiendo.

La Fundación ha recibido muchos premios entre ellos el ‘Príncipe de Asturias de la Concordia’ en 1998.

Vicente vivió más de 50 años en la India y en Anantapur descansan sus restos. Sus hijos fueron educados entre los indios, aprendiendo su idioma, cultura y costumbres. El libro escrito por Ana ‘Un pacto de amor’ relata la ingente labor contra la pobreza que ambos realizaron unidos por un pacto de labor social, para ellos, sinónimo de amor verdadero.