El índice del 3,8% de inflación de febrero último confirmó que el rumbo económico del país sigue por un camino que no es el que se esperaba, en un año decisivo en que el Gobierno debía mostrar mejores resultados para seguir profundizando el modelo y afronta la campaña electoral, con vistas a las próximas elecciones presidenciales. La inflación de costos y la indexación que reapareció en la economía, tiene efectos desastrosos en el consumo, el aparato productivo y, consecuentemente, las fuentes laborales. Además han desafiado abiertamente a cada una de las recetas probadas por el Banco Central y del FMI, en busca de lograr la ecuación más adecuada para combatir la recesión, uno de los peores males en el intento de que el país se recupere por su propia fuerza productiva.

Ninguna de las medidas tomadas hasta ahora han conseguido revertir la tendencia que ha venido mostrando la economía en los últimos años, en los que la especulación financiera a través del dólar, las Lebac, las Leliq y las altas Tasas de interés, que se han visto obligado a pagar los bancos, se ha interpuesto en el desarrollo de los tres pilares básicos para el auténtico crecimiento económico de la Argentina. Hablamos de la reactivación del aparato productivo a través de una mayor producción de bienes y servicios; la generación de un mayor volumen de exportaciones en todos los rubros posibles y la incorporación al aparato productivo de mano de obra en forma masiva, a través de la generación de puestos de trabajo que se ajusten a las disposiciones laborales en vigencia.


Estas acciones representan el único camino para que la Argentina pueda ponerse en marcha, con bases sólidas, que son las que van a generar la confianza para que las inversiones finalmente lleguen al país.


Lo que el Gobierno ha hecho hasta ahora en materia de controlar el déficit fiscal y el sinceramiento tarifario constituye una importante base, pero tiene que seguir profundizando el modelo con un mayor recorte del gasto público y una política tributaria que contribuya al desarrollo. Se ha hecho un enorme esfuerzo en tratar de manejar las variables económicas con una ingeniería de medidas basada en los fondos que está aportando el FMI, y las recetas acordadas con este organismo como la restricción de la emisión de pesos por parte del Banco Central; la bandas de flotación cambiaria para el dólar y la colocación de títulos o bonos, entre otras medidas. Es un hecho que esto no ha evitado el elevado índice de inflación, la recesión, ni ha logrado activar la producción en términos generales. Y por sobre todas las cosas no ha servido para generar confianza en los actores económicos o inversores que debían llegar al país para poner en marcha el aparato productivo.


Si bien en el Gobierno y en algunos sectores de la economía creen con optimismo que en los próximos meses pueda observarse una mejora de las variables y una recuperación gradual, con el nuevo desembolso del FMI, que le permitirá a Hacienda vender divisas para calmar el dólar y bajar la inflación, el panorama en general es bastante oscuro ya que sólo se sigue insistiendo con maniobras de tipo financieras y no con medidas que alienten la producción. Las consecuencias de este proceder es que antes de fin de año se llegará al 10,5% de desocupación, lo que implica que 2,2 millones de argentinos estarán desempleados. 


Para que el país sea productivo, exportador y generador de fuentes de trabajo deberá seguir avanzando en las correcciones del enorme déficit fiscal producido por el desborde del gasto público del gobierno anterior; encarar las reformas estructurales imprescindibles, como la laboral, la impositiva y la previsional, y dejar de financiar el déficit con endeudamiento y la alta presión tributaria que hasta ahora se sigue ejerciendo sin ninguna contemplación.