Como si esto fuera poco la ficción supera a la misma realidad. El relato consiste en dar a conocer lo que miles de personas jamás vivieron de cerca...un nuevo agente invasor, llegó, para convivir con el hombre y desde su insistente y quieta permanencia le impone al ser humano un nuevo sistema de vida y una inusual convivencia a puertas abiertas. Y es así como niños, jóvenes, adultos y ancianos de la especie humana tienen no sólo que aceptar sino que además tienen que aprender a convivir con un virus de fronteras desconocidas. ¿Será que este fenómeno de progresión mundial va a hacer reformular todos los programas de vida hasta ahora creados por el hombre?


Frente a este inesperado hecho la tecnología se cuestiona y las ideologías se mudan. El gestor de grandes construcciones para el consorcio humano y el propio de las novelas de ciencia ficción que busca vida en otros mundos y extraterrestres o "alienígenas ancestrales" no terminan por aceptar que el reciente "conocido desconocido" invasor, está a su lado, quiere adherirse a él, pero el hombre quiere sacárselo de encima.


Este ser de escala microbiana quiere estacionarse definitivamente en nuestro planeta. ¿Estará esta entidad, aliada a los cientos y miles de especies que perdieron por el hombre su hábitat natural y ahora quieren recuperarlo?


Ya no hablamos de trivialidad en el hombre sino de trivialidad en otras especies que aunque contrarias a su forma de vida parecen haber convenido subsistir conjuntamente. La nueva serie pandémica que día a día te impone ser vista en la misma naturaleza cuestiona el marco de todas las artes creadas por el hombre. Su escenario la Tierra, su nuevo ecosistema. En cualquier lugar o en cualquier rincón... pero donde vive el hombre.


Sin embargo esta ficción anunciada creativamente por el hombre en tantas películas... se convirtió en realidad y sus principales actores, uno llamado Covid-19 y el otro llamado hombre, están en función. El ser humano no acepta su papel protagónico pero el desconocido virus que lo acompaña necesita hacerse de él, para siempre figurar.


Ya nadie habla de colonización ni de soberanía, conceptos vetustos del pasado, hoy se impone el de convivencia. ¿No es que acaso este término refiere únicamente al contacto de seres humanos entre sí? Tendremos que aprender a vivir una nueva vida, la que resistió el hombre frente a toda pandemia pero ahora a proporciones inusitadas, jamás imaginadas por mente humana, jamás pensada por algún creador de ficción, la antítesis de la figuración del arte en toda su expresión. En Cien años de Soledad de García Márquez parece haberse simbolizado nuestro presente, el Universo y el tiempo se condensan tal como había sido predicho, conduciendo a la destrucción de su estirpe preferida, un lugar que lo contiene todo, que es el comienzo y el fin de la historia, como esa masa que alguna vez protagonizó el Big-Bang. García Márquez, quien en un solo pueblo y en tan sólo cien años ha podido representar, claro está de manera exagerada, los problemas de la humanidad a lo largo de su historia. 


Ya que el tiempo parece cíclico y el hombre sigue cometiendo lo mismos errores una y otra vez se ve obligado a seguir su razón y reflexionar. Errores donde pugnan intereses, valores y necesidades que a mi juicio no quiere aceptar perder y se empecina en no corregir. Ahora, ni la ideología podrá con las fuerzas vivas de la naturaleza. Ha llegado a su fin la ficción, pues, transmutó, se convirtió en realidad y hay que vivirla.


Por Mario Daniel Correa D'Amico
Profesor, filósofo y pedagogo, profesional de la educación con doctorado y especialización en el área.