Después de haber vencido a las fuerzas españolas en Tucumán, aquel extenuado ejército conducido por el General Manuel Belgrano inició su derrotero hacia el norte, donde los realistas se habían replegado, situándose en Salta. Prolongada y tortuosa fue esta marcha, hasta que finalmente las tropas llegaron a un punto situado al norte de esta provincia llamado Campo o Pampa de Castañares, donde la expedición se estacionó, con el objetivo de entorpecer las comunicaciones que podían tener los realistas allí emplazados, con los apostados en Jujuy.
El ejército patriota estaba dividido en divisiones con columnas de infantería, artillería, caballería y una columna mezclada, sumando un total aproximado de 3.500 hombres. Mientras en Salta se encontraba ubicado el General Pío Tristán, con cerca de 2.500 hombres, a los que se sumaban 1.000 más ubicados en otros puntos del Norte, como Oruro, Suipacha, Cochabamba, Charcas y la Paz.
En tanto una torrencial lluvia que había comenzado días atrás, continuaba afectando aquel aguerrido ejército. Se cuenta que el Creador de la Bandera sufrió en vísperas de la batalla varios vómitos de sangre, dolencia esta que no quebrantó para nada su fervor patriótico. Este hecho le exigió preparar una especie de carro tirado por caballos para poder movilizarse, pero afortunadamente se mejoró pudiendo montar su caballo. Junto a Belgrano, actuaron varios hombres más que, por diversas circunstancias años después, intervinieron en otros escenarios y lucharon por otros ideales. Se destacaron Manuel Dorrego, Eustaquio Díaz Vélez, Cornelio Zelaya, entre otros.
En la batalla de Salta el General Belgrano desplegó la bandera celeste y blanca que tiempo atrás creó, en el nombrado Campo de Castañares. En líneas generales, esta cruzada, librada el 20 de febrero de 1813, consistió en el ataque sorpresivo por diferentes flancos, incluso por retaguardia. Se dice que al enterarse Tristán de esta táctica exclamo: ¡Sólo que fueran pájaros…!.
El combate se inició cuando los españoles abrieron fuego, en tanto que Manuel Dorrego avanzó apoyado por la fuerza de caballería, logrando dislocar al enemigo. Mientras el núcleo realista se afirmaba en el Cerro San Bernardo, resistiendo enérgicamente. El General Belgrano actuó consiguiendo dispersar a los españoles, para finalmente vencerlos. Las últimas escaramuzas se produjeron en la misma ciudad de Salta, donde los realistas se posesionaron del Templo de la Merced. Ante esta situación y viendo que todo estaba perdido, el jefe español solicitó capitular. Manuel Belgrano respondió indulgentemente al pedido: "’Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana: que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación…”. En la rendición quedó acordado que al día siguiente los soldados realistas abandonaran la ciudad con los honores de la guerra, entregando sus armas y obligados por juramento, desde su jefe hasta el último soldado, a no volver a tomar las armas contra la Provincias Unidas. Es así que el día después -21 de febrero- la hueste vencida desfiló ante las tropas triunfadoras, entregando todas sus armas, como sables, fusiles, cañones y copiosa cantidad de municiones. Fue en esos momentos cuando el General Pío Tristán intentó sumisamente entregarle su espada a Belgrano, pero este rehusó a recibirla y en su lugar lo abrazó delante de aquella atónita audiencia. Además ambos ejércitos se devolvieron sus respectivos prisioneros, incluso los criollos que aún se encontraban cautivos en poder de Goyeneche, en Alto Perú.
A posterior y en el mismo Campo de Castañares se cavó una gran zanja o fosa común donde fueron sepultados lo fallecidos de los dos ejércitos, erigiéndose una sencilla cruz de madera con un epígrafe que reza: "A los vencedores y vencidos en Salta, el 20 de febrero de 1813”.
Actualmente existe en la ciudad de Salta un imponente estatua (Monumento del 20 de febrero) recordatorio de esta batalla, colmado de simbolismo, pues una gran figura representa la victoria, y como manteniéndola se yerguen representaciones de Belgrano, que ocupa el centro, a la izquierda de Dorrego, a la derecha de Díaz Vélez, y sobre la parte posterior y oculta, se levanta la escultura del Coronel Zelaya.