Nadie duda que el coronavirus nos ha empujado a un cambio de vida para el cual no estábamos preparados, provocando un profundo desequilibrio, inestabilidad e incertidumbre en todo lo que veníamos haciendo, pero: ¿cuál será el verdadero alcance de esta crisis? ¿Qué deberíamos hacer en este tiempo?
La percepción sobre el momento histórico del que somos protagonistas es de vital interés a la hora de predecir qué es lo que nos puede suceder en estas condiciones. Y para definirlo, podemos verlo, al menos, desde dos miradas diferentes, dependiendo de un enfoque temporal o prolongado.
Para la primera debemos confiar en nuestras "reservas humanas" y nuestro "resto cultural" y vivir pensando que pronto los problemas serán superados. Que dentro de poco tiempo, las cosas volverán a ser como antes.
Depende de cómo interprete esta crisis serán las posibilidades que tenga de construir un mejor futuro.
Quienes conocen otros países de Latinoamérica identifican algunas particularidades para suponer que los argentinos somos distintos para superar los conflictos. En este enfoque, sólo se trata de "aguantar". Tratar de adaptarnos a los avatares de estos meses, hasta que, con la vacuna, renazca la calma. La exigencia de la conservación y la continuidad serán las premisas más importantes a proponernos. Algunos dirán que el mismo San Ignacio sugería "no hacer mudanza en tiempos de desolación".
En la otra perspectiva, la crisis prolongada, se trata de encarar esta coyuntura no de manera transitoria, sino como una nueva forma de vida. Es lo que les sucede con el clima a muchos países cercanos al polo, quienes frente a las inclemencias de las temperaturas extremadamente bajas, han tenido que diseñar su convivencia para vivir en una tormenta permanente, casi sin poder ver el sol en todo el año. En ese enfoque, también es ejemplificador el testimonio sobre el sentido de la existencia del Cardenal vietnamita Van Tuan (quien en 1975 recién nombrado Arzobispo de Saigón, fue tomado preso y puesto en confinamiento durante más de 13 años). Cuando logró aceptar que este sería su nuevo modo de vida y que allí, la cárcel sería su Catedral y los otros presos serían su Iglesia. Para este caso, la preocupación por la creatividad, la innovación y el cambio serán las nuevas estrategias para vivir este inédito tiempo de turbulencias.
Dependiendo de cómo interprete esta crisis, serán las posibilidades que tenga de construir un mejor futuro. Tanto para nosotros, nuestras instituciones, empresas, políticos o el mismo Estado, si creemos que pronto nos recuperaremos, es cuestión de realizar todos los esfuerzos necesarios para minimizar las pérdidas y los sufrimientos, pero sí el desafío es redimensionar y replantear con mayor profundidad nuestros proyectos, cuanto antes lo hagamos, menor será el daño y la pérdida de tiempo y el comienzo de un nuevo camino, difícil, arduo, injusto tal vez, pero absolutamente necesario. Nunca más vigente aquello de que "Cuando soplan fuertes vientos, algunos construyen refugios para protegerse y otros construyen molinos". Es bueno que se pregunte estimado lector: ¿Con cuál de las dos visiones me identifico más? ¿Qué es lo que yo debería, quiero y puedo hacer, entonces, para que mi futuro y el de quienes me rodean sea mejor?
Por Gustavo Mangisch
Director de Innovación y Calidad en Educación del Espacio Excelencia y de la Maestría en Nuevas Tecnologías (UCCuyo)
