Desde la recuperación de la democracia en 1983, esta será la cuarta vez en que un Gobierno Provincial deba enfrentarse en elecciones legislativas a un Gobierno Nacional de distinto signo. La primera ocurrió en el año 1985, el bloquismo ejerciendo el Poder Ejecutivo local y teniendo nada menos que 26 de los 30 legisladores en Diputados y controlando la mayoría de los departamentos más importantes y numerosos, no solamente perdió las de diputados nacionales de medio término sino que salió tercero. Le precedieron radicales y peronistas con el agravante de que el candidato radical prácticamente no hizo campaña por estar postrado en cama. Leopoldo Bravo, quien renunció con el argumento "yo no voy a gobernar para 50 mil sanjuaninos" (esa fue la cantidad de votos que obtuvieron sus candidatos), venía de ejercer el poder en la última etapa del proceso militar que comenzó en 1976 y no pudo manejar el violento cambio cultural que significó la expresión de democracia en la vida cotidiana y en el arte.

Una errónea elección de candidatos colaboró a esa derrota, por ejemplo la esposa del gobernador, pero lo principal fue que el contexto se modificó para siempre y la sola mención del bloquismo recordaba a los militares. Luego, el también bloquista Gómez Centurión, quien venía de ser senador por tres años, gobernó desde 1987 al 1991 y, no obstante ser visto como un moderado más afín a las prácticas radicales que a la liturgia de los Cantoni, también perdió las legislativas del "89 a manos de Alfredo Avelín, dueño de otro partido provincial, la Cruzada Renovadora, escisión del viejo radicalismo de Frondizi. Avelín sintonizaba mucho mejor con la emergente figura populista-nacionalista de Carlos Menem. Un hecho raro se dio tiempo después cuando, ya en la administración nacional del peronismo de Carlos Menem, se produjo una pelea interna en el Frente Para la Victoria local entre el gobernador Jorge Escobar y su Vice, Juan Carlos Rojas ("Cato"). Si bien ambos eran del mismo partido, no acordaban en las mismas políticas, uno, Escobar, llegado del mundo empresario, asentía en la necesidad de privatizaciones de empresas públicas, leitmotiv de Menem y otro, Rojas, no. Juicio político de por medio, Rojas se hizo de la conducción del Estado y Escobar pasó a cumplir el rol de principal opositor mentado por alguien que haría historia más tarde, José Luis Gioja. A los efectos de esta comparación, la de un Gobierno provincial opuesto al nacional Rojas cumplió el papel de la vereda de enfrente. Perdió no solamente las legislativas nacionales que consagraron a su adversario diputado nacional sino que también perdió las de delegados a la Constituyente que reformaría la Constitución Nacional en 1994. Dos derrotas consecutivas a manos del mismo excompañero de fórmula. Poco después Escobar era restituido en su cargo y ganaría también la contienda de gobernador en 1995. Ahí termina la historia porque desde entonces todas las gobernaciones locales tuvieron el mismo signo político que las nacionales.

El patrón que muestra la historia es que en todas las elecciones de medio término, los sanjuaninos se enfilaron tras la política nacional antes que la provincial, omitimos el período 2001-2003 porque es el de la anarquía que produjo el sentimiento "que se vayan todos", daba lo mismo ser oficialista u opositor. Las de hoy, podrían ser las primeras en que un gobierno de un signo político distinto al de la nación lograra imponerse a la oleada nacional que, como se sabe, es posible que cubra a distritos de dominio férreo y extenso de algunos liderazgos como el de los hermanos Rodríguez Saá en San Luis, el de Schiaretti-De la Sota en Córdoba o hasta el socialismo de Santa Fe. ¿Inicio de una nueva etapa? En San Juan no necesariamente. Ocurre que la figura del gobernador Uñac, quien se ha puesto bien al frente de la campaña preelectoral y usa la fuerza del apellido en los afiches (su hermano es el candidato principal), no dibuja el arquetipo justicialista por más que sus antecedentes en el terreno partidario son indiscutibles. Moderación y diálogo antes que imposición y látigo presupuestario son cualidades que ajustan más en el clima nacional que impulsa Cambiemos que en la forma tradicional de ejercicio del poder del PJ y sus variantes. Quienes provienen de esa cuna pueden oscilar desde la izquierda a la derecha, desde Cristina y Néstor a los Rodríguez Saá pero no en la forma de mandar, de claro sesgo autoritario y de ausencia de consultas y consensos. Sea como fuere, pareciera que la historia se prepara para dar un giro a la tendencia que fue típica en las décadas posteriores al regreso de las urnas. En los hechos humanos, siempre hay una última vez y siempre una primera.