Nos aprestamos a celebrar esta noche la solemnidad de la Natividad de Jesús. Son inspiradoras las palabras de Teodoto de Ancira (381-446): "Si hubiese nacido con esplendor y rodeado de grandes riquezas, los incrédulos hubieran atribuido a esa abundancia la transformación de la tierra. ¿Qué es lo que hizo en cambio? Eligió una madre pobre, una patria todavía más careciente, y Él mismo se hizo pobrísimo''. Hoy, nuestra humanidad ha perdido la capacidad de asombro. Por eso, tal vez, no comprende el sentido de la Navidad. En la Provence, (Francia), en los días de Navidad, entrando en cualquier Iglesia para ver el pesebre, puede extrañarse de ver una estatuilla de un personaje no habitual: un hombre con las manos vacías y con la maravilla pintada en su rostro. Lo llaman "l'étonné'', es decir, "el asombrado''. Un bello relato afirma que un día, las otras estatuillas del pesebre estaban muy molestas y resentidas con él, porque no le traía ningún regalo al Niño Dios: "Pero, ¿no te avergüenzas? Vienes a visitar al Niño Jesús y no le traes nada. El asombrado callaba y no le daba importancia a las observaciones y críticas: estaba completamente absorto contemplando al Divino Pequeño. Las críticas continuaban, y fue ahí cuando María salió a defenderlo, diciendo: "A ustedes les parece que el asombrado se presenta con sus manos vacías, pero en realidad, él trae la cosa más bella: su capacidad de maravillarse. Esto quiere decir que el amor de Dios lo encanta''.


Alrededor del Niño de Belén han ocurrido cosas increíbles. Nace pobre y asusta los ricos. Nace humilde y alarma a los poderosos. Nace manso y desarmado, desatando la ira de los violentos. ¿Por qué algunos tienen tanto miedo delante de este Niño? Porque de él ha nacido la más grande transformación de la humanidad. Cada vez que nos alejamos de él, resurge la barbarie del atropello a la dignidad humana. Cuando Jesús nació, la mujer era humillada a tal punto que la filosofía griega había llegado a dudar que tuviera alma. Así se expresó Aristóteles. El pequeño de Belén, sin embargo, quiere una Madre inmaculada para subrayar la grandeza de la mujer, custodia de belleza noble y auténtica. La Madre Teresa de Calcuta, visitando un leprosario el día de Navidad de 1994, les recordaba a los allí internados, que Dios nunca se olvida de nosotros porque nos lleva grabados en la palma de su mano. Mirando a los leprosos sin manos, la santa monja albanesa añadió: "Ustedes son preciosos a los ojos de Dios. Él ha dibujado vuestro rostro en su palma''. Un leproso le dijo: "Madre, repítalo, repítalo. Es demasiado bello''. Son muchos los que esperan de nosotros que la Navidad sea un mensaje de ternura y cercanía. He nacido desnudo, dice Dios, para que tú sepas despojarte de ti mismo. He nacido pobre, para que tú puedas considerarme tu única riqueza. He nacido en un establo, para que tú te acostumbres a santificar todo ambiente. He nacido débil, dice Dios, para que tú no tengas más miedo de mi. He nacido por amor, para que tú no dudes más de mi amor. He nacido de noche, para que tú creas que puedo iluminar cualquier realidad. He nacido persona, dice Dios, para que tú no tengas más que avergonzarte de ser tú mismo. He nacido hombre, para que tú puedas parecerte a "Dios''. He nacido perseguido, para que sepas aceptar la dificultad. He nacido en la simplicidad, para que tú dejes de ser complicado. 


En esta Noche, la más buena y bella de todas, todo nos habla de humildad. Sin ella no hay Navidad ni esperanza. Esperar confiados, es un arte que nuestro tiempo impaciente ha olvidado. Confesaba santa Teresita de Lisieux, que "todas las fiestas de la Iglesia son hermosas, pero la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil que me atrapa todo el corazón''. Niño Dios, seca en esta noche las lágrimas de los niños. Acaricia a los enfermos y a los ancianos. Desarma los corazones de los hombres para que depongan las armas y nos demos un universal abrazo de paz. Invita a los pueblos a derribar los muros creados por la miseria y la desocupación, la ignorancia y la indiferencia, la discriminación y la intolerancia. Tú has bajado a este mundo desesperado con un nombre que es toda una promesa: "Emmanuel'', que significa "Dios con nosotros''. Y si Dios está con nosotros, ya no hay nada que temer y hay mucho que esperar. Me gusta pensar y celebrar la Nochebuena, también como la fiesta de la ternura de Dios.