Es muy probable que el lector sumergido en la rutina de la vida ciudadana no se da cuenta. Habituado a toparse a cada momento con los cientos de mensajes con los que tropiezan sus ojos, el hombre de la ciudad ha perdido la perspectiva para entrar a considerar de qué manera influye en su vida. En la calle, por ejemplo, las luces de los semáforos marcan el ritmo de sus pasos. Se desplaza en direcciones determinadas por flechas, números y nombres. La puerta del local al que entra dice "Tire” de un lado y "Empuje” del otro. Los carteles jalonan todo su camino y dirigen sus movimientos. En los medios de locomoción le aconsejan: "Descienda por la puerta de atrás”, "Mire antes de bajar”, "No descienda del vehículo en movimiento”. Llegando a su casa le aguarda una bebida refrescante: "Presione aquí” o "Gire la tapa en el sentido de la flecha”. Después de una jornada de movimientos previstos por el código, un anuncio le dice: "Tome la píldora X55 y dormirá tranquilo”. "Circule por la derecha”, "Silencio”, "Despacio escuela”, "Haga cola”, "Levante el auricular e introduzca la moneda”, "Sea breve”, "Saque número”, "Perfore aquí”, "Haga vacunar a su perro”, "No pisar el césped”, "Damas”…..realmente con sólo seguir las indicaciones cualquiera vive. Por supuesto que detrás de todas estas señales está la conciencia comunitaria que responde a un principio de organización colectiva. Es posible ver cómo el hombre (o la mujer) perseguido por flechas puntiagudas que lo dirigen hacia abajo, hacia arriba o en círculo, marcha mañana, tarde y noche al ritmo de un sujeto colectivo. Esta sucesión de señales anula toda acción espontánea y lo convierte en ordenada marioneta. Pero lo que debo afirmar es la necesidad del "nosotros colectivo”. Fuera de él, poco somos.
En todo se estampa el rótulo de todo. Pero no vaya a ser lo que sucedió a los habitantes de Macondo cuando perdieron la memoria. Cuenta García Márquez, en su libro "Cien años de soledad”, que en esa oportunidad, José Arcadio Buendía marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó a los animales: vaca, gallina, cabra. Pero se dio cuenta de que se podía olvidar también de su utilidad y fue más explícito. En todos lados se pusieron carteles para memorizar objetos, lugares y sentimientos; pero el sistema exigía tanta vigilancia que muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginaria inventada por ellos mismos que les resultaba menos práctica pero más reconfortante. De todas maneras insisto en que "Presione aquí”, "Haga cola” y "Sea breve” reside la verdad del mundo actual.