Sería muy bueno que tuviéramos que recordar la semana que pasó como hemos debido hacerlo con otras en el pasado. Por ejemplo, aquella en que por decisión del Banco Central se dejó de poner verdes a la venta para conservar reservas y fue el inicio de una debacle financiera que acortó el mandato del primer presidente constitucional después de muchos años de dictadura militar, Raúl Alfonsín. De todas maneras, por optimistas que seamos, tenemos que tomar las acciones cambiarias de los tres últimos días como una señal altamente preocupante. Que la entidad madre de un país sea presionada para vender cerca de tres mil millones de dólares en tres días o cinco mil en un par de meses, no es algo para ser ignorado o tomado como un accidente más dentro del mercado de cambios. Por ahora las explicaciones suenan más o menos lógicas, pero hay que ver cómo sigue la historia. El día jueves iniciaba el cobro de impuestos a la llamada "renta financiera", gravamen nuevo que castigaría a los inversores especulativos, principalmente de fondos de inversión de residentes en el exterior. Como era previsible, gran parte de ellos decidió cambiar de cartera vendiendo sus tenencias en Letras del Banco Central, Lebac, y volviendo al activo con el que entraron en el país, dólares. Salieron en pocas horas nada menos que U$S 2.200 millones, es decir, más de los que vendió el Central. Recordemos que Argentina no logra todavía atraer a capitales de inversión directa en la cantidad que se correspondería con su potencial económico o su PBI actual porque simplemente tiene malos antecedentes.

Venimos de una cultura de ricos beneficiados con precios que tentaban al alto consumo.

No ha pasado mucho tiempo desde que fuéramos condenados por un juez de New York a pagar deudas no canceladas desde que declaramos el default en 2002. Dicho sea de paso, por una deuda total porcentualmente menor a la que tenemos hoy. De paso también, New York, porque tuvimos que extender allí la jurisdicción por ser poco confiables los jueces locales. Apenas dos años transcurrieron desde que salimos definitivamente de esa condición de incobrables arreglando con los llamados holdouts y es lógico que no podamos aspirar a ganar confianza como para que alguien arriesgue otra cosa que no sean capitales marginales seducidos solamente por una buena ganancia a corto plazo. Argentina no califica en grado de inversión para lo cual hace falta que el llamado "riesgo país" permanezca por debajo del 3 por ciento. Estamos lejos todavía de eso. La señal ha sido clara para quienes han insistido en que el remedio para moderar el hueco fiscal es gravar la renta financiera. Esta gente sigue poniendo las causas de nuestros problemas afuera. Ahora no hay que gravar y se fueron 3.000 palos en tres días, es decir, perdimos por los dos lados. Si bien en todo efecto resulta difícil establecer las causas, otra puede haber sido la suba a más de 3 por ciento de la tasa de interés del bono a 10 años en USA, activo que sirve como guía para inversiones en todo el mundo. USA debe infinitamente más que Argentina pero nunca dejó de pagar en su historia, así que siempre hay gente dispuesta a prestarle y seguramente la seguirá habiendo. Ese problema es más serio por sus consecuencias en el tiempo, ya que opera como aspiradora de fondos que salen desde países emergentes, no sólo del nuestro. Es la razón por la que la mayoría de nuestros vecinos han venido devaluando sus monedas, para protegerse. Nosotros no lo podemos hacer porque nos asedia el fantasma de la alta inflación y estamos en medio de las negociaciones salariales de los principales gremios. Una suba del dólar, fenómeno que no afecta por ejemplo ni a Chile ni a Brasil, lo haría sin dudas aquí, donde poseemos una cultura temerosa de nuestra moneda. El Central sigue teniendo espalda para aguantar un rato más y es impensable que se pudiera producir una catástrofe como antes, dado que no tenemos convertibilidad y la presencia del billete estadounidense ya no es base estructural sino más bien psicológica. Todavía hay unos 58 mil millones en caja, 3 ó 4 veces más reservas que las que dejó Cristina. Pero pocos pueblos son tan creativos para crearse dificultades por cualquier excusa y algunos de nuestros dirigentes prefieren la turbulencia a la calma y se solazan con iniciativas tan absurdas como la reciente de empezar a fijar IVA diferenciado según el bien consumido, empezando por la energía.

No hay que confiarse. A este golpe se sumó la discusión por las tarifas de servicios públicos, debate en el que media un concepto que nadie discute, la ley no escrita de que el Estado debe intervenir directamente en fijar los precios. No hay manera de que se entienda que los costos no se bajan por decreto y que la eventual baja de una factura se termina pagando por otro lado o por otra gente. Es lo que ha venido ocurriendo con subsidios que han beneficiado a la parte más rica de la población. Hood Robin, quitarle a los pobres para darle a los ricos. ¿Influye esto en el precio del dólar? ¿La gente duda de que se le pueda quebrar el brazo al Gobierno en su decisión de seguir eliminando subsidios que son parte sustancial del déficit? Por ahora pareciera que no, pero hará falta ver si el desarme de posiciones en Lebac se agota en su propio universo o si termina incidiendo en el ánimo del ahorrista común. Si esto pasara, no quedará otra que soltar la mano del dólar y depreciar el peso como lo han venido haciendo Colombia, Chile, Brasil, Perú y México. La semana que viene lo sabremos.