Lejos del derroche y la ostentación, una vida austera presenta facetas favorables para la felicidad. Comenzando por la salud. "El que sabe contar no sabe cantar'' decía el Nobel de las letras, Octavio Paz. Se trata de poner límites a los deseos, de ser muy mesurado en las ambiciones. En todos los casos es aconsejable una vida austera. Sin ostentaciones que exaltan el ego en forma desmedida y provocan el sentimiento de la envidia, y un comportamiento antisocial.


Eres avaro "si deseas largamente, ardientemente y con inquietud los bienes que no tienes'', escribe san Francisco de Sales en su "Introducción a la vida devota''.


La bondad de una vida austera estriba en el ahorro de las enfermedades. Físicas o psíquicas. Vuelve el corazón libre, capaz de ver en el otro un hermano. Capaz del don de compartir. Y como decía Borges, "sólo es nuestro lo que damos''. La vida austera -libre de banalidades- sobre todo, no retrasa la conversión y la Gracia copiosa de Dios, verdadero tesoro.


La usura es la diabólica capacidad del dinero no ya de facilitar que todo se compre y se venda en busca de beneficio, sino de comprarse y venderse a sí mismo como fuente máxima de provecho. Más rechazo aún recibe de parte de la conciencia y la ley natural, el simple hurto: quedarse con el bien ajeno o pretender desordenadamente lo que no es mío. "Roba, pero hace...'' es una fórmula engañosa a la que no debemos ceder ningún escalón. En su lugar deberíamos decir de alguien que eventualmente maneje arbitrariamente los dineros de todos: "roba, y por tanto, deshace...''


Los obispos argentinos, en una lúcida reflexión de tiempos pasados llenos de angustia -en agosto del 2001- titulada "Queremos ser Nación'', nos decían en uno de sus puntos, el 7mo: (en Argentina) "debemos reconocer otras dos enfermedades: la evasión de los impuestos, y el despilfarro de los dineros del Estado, que son dineros sudados por el pueblo. Ambas comprometen la equidad social y la justa distribución del ingreso''.


En el orden internacional, valga la expresión formidable del papa Francisco en el nº 55 de Evangelii Gaudiu: "Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 1- 35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano''.


Cuando manda el mercado, cuando hay tiranía del "bussines are bussines'', entonces todo cede al dinero que muestra su rostro de vil metal. En este sentido, todo aquello que sea débil, como el medio ambiente, queda a la intemperie, debilitado.


La violencia a la que asistimos hoy en las sociedades no nos puede dejar en el "a mí no me pasó". Esta actitud aísla y finge vivir en una presunta tranquilidad social. Por el robo, por el hurto, se mata. Por la estafa, se engaña y deja a la gente sin su casa. El dinero mal habido -lo dijo Francisco en una de sus homilías en Santa Marta- es un "pan sucio'' que un padre lleva a la mesa de sus hijos. Recordemos un momento en las muertes de la mafia, italiana o no.


El dinero en sí es un bien. Perdemos felicidad al perder generosidad.

Por el Pbro. Dr. José Juan García
Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo