Los muros de la Casa de Sarmiento en Buenos Aires volvieron a tener protagonismo político nacional con la histórica reunión de gobernadores de esta semana. Sin hacer una comparación entre los célebres del mil ochocientos y los protagonistas de los contubernios políticos actuales, hay que decir que los pasillos de la vieja casona que Domingo Faustino Sarmiento habitó hasta 1888 sirvieron otra vez de escenario para una discusión que viene de aquella época, o tal vez antes, que evidentemente no fue zanjada aún: unitarios versus federales. El disparador ahora fue el Fondo del Conurbano, pero en esencia es la repetición del estigma argentino de Buenos Aires contra el resto de las provincias, el campo contra la ciudad, el puerto contra la montaña, entre otros. Más allá de esa paradoja, y para concentrarse en la coyuntura, el mitín de mandatarios de Cambiemos y la oposición dejó algunas definiciones interesantes que bien vale la pena rescatar y analizar: la fuerte señal de los gobernadores al presidente Mauricio Macri, una advertencia a la Suprema Corte de Justicia, el freno dentro de Cambiemos a María Eugenia Vidal, el nuevo orden que ocupan los jefes de provincia en un supuesto nuevo orden político nacional, y el ¿peligroso? protagonismo de Sergio Uñac. Peligroso si no logra evitar marearse con él.


Antes de entrar en detalles respecto de la reunión ecuménica en la Casa de San Juan, hay una idea que da vueltas y que no halla respuesta. Los gobernadores de Cambiemos fueron a ese encuentro para defender los recursos de sus provincias, lo que es evidente. Si los quieren defender, es porque sienten que están amenazados. Desde ese lugar es muy extraño que el gran referente del macrismo en San Juan, Eduardo Cáceres, no salga a tomar posición sobre el tema. Sí lo hizo Roberto Basualdo en una entrevista en radio Estación Claridad, donde dijo que si el tema llega al Congreso, él votará por no ceder un sólo peso de la provincia. Si los gobernadores de Cambiemos lo dicen y lo repite Basualdo, ¿por qué no lo dice Cáceres?


Volviendo al metier de estas letras, se puede decir que la fiesta en la vieja casona de la calle Sarmiento, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue completa. Asistieron 19 gobernadores y dos vicegobernadores. Sólo faltaron la propia Vidal, lo que es lógico, y el vicegobernador de Chubut, que no llegó culpa de un problema con los vuelos y otros serios dramas, como la desaparición de Santiago Maldonado y la licencia por enfermedad del gobernador Mario Das Neves. Tal fue el entusiasmo para asistir, cuentan algunos de los que participaron, que el justicialista Juan Schiaretti, gobernador de Córdoba, mandó a buscar al mandatario santafesino Miguel Lifschitz con un avión cordobés, ya que el socialista no había podido sortear una protesta contra las líneas low cost de ese día.


¿Por qué asistieron los gobernadores de Cambiemos? Primero y primordial, porque el asunto les afecta. Si el máximo tribunal argentino define darle curso a la protesta bonaerense, todos los distritos corren riesgo de resignar fondos, incluso los del mismo color de la Presidencia. Para colmo ninguno de esos distritos tira manteca al techo. Les sacan un peso y los mandan al déficit, así de fácil. Segundo: que haya sido en la Casa de San Juan. Los gobernadores macristas sintieron que era el lugar justo para que la Casa Rosada escuche dos mensajes sin caer en exageraciones. En lo institucional vuelan de preocupación por el presupuesto de sus provincias y, en lo político, están celosos de Vidal porque ven, como el resto de la Argentina, que la dama de Buenos Aires es por lejos la gran protegida de Cambiemos. El perfil de Uñac daba justo para dar esos mensajes sin exagerar, y al sanjuanino le venía bien el protagonismo. Negocio para todos. Tan cuidadoso fue el texto de lo que firmaron, las formas y el lugar, que desistieron de colocar en el documento final una crítica a la Nación por favorecer con subsidios a Buenos Aires sobre el resto de los distritos. Igual, en la interna, el mensaje a Vidal fue contundente.


Los jefes provinciales fueron muy cuidadosos con las señales a Macri, pero a la vez demasiado irrespetuosos con la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Le pidieron a los jueces que no resuelvan hasta tanto el Presidente los llame al diálogo, lo que seguramente ocurrirá después de las elecciones, y si es que ocurre alguna vez. No tienen que hablar del Poder Judicial, no es correcto. Si la versión sobre una inminente resolución de la Suprema Corte sobre el tema es real, tampoco los habilitaba a reclamar una u otra acción a la Justicia. En todo caso debieron pedirle públicamente a la gobernadora Vidal que desista de la demanda, lo que desarma la bomba y la vuelve a foja cero, al debate político, como ellos reclaman.


Más allá de ese error, es evidente que el orden político ha cambiado sustancialmente. No se recuerda en la historia reciente una reunión de tal tamaño entre mandatarios oficialistas y opositores para ponerse de acuerdo en un aspecto cualquiera. Los gobernadores le han demostrado al presidente que son capaces de amargarle el día, y lo han hecho en medio de una campaña donde se juega la nueva conformación del Congreso, que si bien no sufrirá grandes modificaciones en cuanto al reparto político, sí provocará que muchos mandatarios, como Uñac por ejemplo, tenga poder real de mando sobre los nuevos legisladores. Hasta este diez de diciembre los diputados y senadores aún serán herencia, después no. Es decir, los gobernadores también van a manejar el Congreso. Evidentemente hay un nuevo orden, en el que los mandatarios tienen mayor peso que antes. El kirchnerismo repartió el poder en los intendentes y eso se vio muchísimo en la provincia de Buenos Aires, con recursos que directamente llegaban a esos grandes partidos bonaerenses, a los que no les hacía falta tener buen trato con el exgobernador Daniel Scioli. Hoy ese orden va cambiando. Resurgen los mandatarios como jefes directos. Probablemente el macrismo haya querido hacer lo mismo que Néstor y Cristina, pero todavía no le sale, se ve.


En la reunión hubo cordialidad y buena onda entre todos, contaron un par de ocasionales asistentes. Tanto que le cantaron el feliz cumpleaños al salteño Juan Manuel Urtubey, comieron punta de espalda, empanadas y vino sanjuaninos. Hasta los periodistas de varios medios gráficos ligaron carne de San Juan y lo reflejaron en sus crónicas. Dijeron que la próxima reunión la harían en el mismo lugar, lo que es todo un mensaje, sobre todo hacia Cambiemos. El mensaje es que están dispuestos a pelearla y que el escenario fue el correcto.


¿Y Uñac? El sanjuanino juega de líbero. Tiene una provincia ordenada, buen diálogo con la Nación, el resultado en las PASO lo puso en un podio dentro del peronismo y no necesita por ahora sobresalir en el concierto nacional. Es decir, el teatro ideal para dos situaciones opuestas: comerse el alambrado, emborracharse con las luces de la calle Corrientes y estrellarse en el Obelisco. O ser inteligente y paciente, hacer lo mejor que pueda en la provincia y ver cómo se reorganiza el peronismo y optar. No se llega a gobernador siendo tonto, lo que puede ser la respuesta a la disyuntiva de las situaciones opuestas.