La decisión del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de nacionalizar tres empresas siderúrgicas que integran el grupo argentino Techint, ha despertado un fuerte rechazo por parte del empresariado nacional, que reclamó la intervención del Gobierno para revertir esta situación. Por su parte, la Unión Industrial Argentina (UIA) solicitó se revea la incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur.

Las condiciones básicas para que un país se incorpore al bloque regional incluyen aceptar, tal cual lo establece el art. 2 de la ley 23.981 que aprueba el Tratado de Asunción, "la coordinación de políticas macroeconómicas y la complementación de los diferentes sectores de la economía, con base en los principios de gradualidad, flexibilidad y equilibrio". Las decisiones sistemáticamente adoptadas por el Gobierno venezolano son contrarias a estas condiciones, mostrando una posición de absoluta asimetría respecto a las ofrecidas por los restantes países del bloque, poniendo en riesgo el proceso de integración regional, y representando un cambio sustancial respecto a las circunstancias bajo las cuales el Congreso argentino aprobó el ingreso de Venezuela al Mercosur.

Las recientes expresiones del presidente Hugo Chávez respecto a que las inversiones brasileñas no están incluidas en el proceso de estatización de su gobierno, lejos de promover la integración, parecen fomentar la división entre los países del bloque. Los analistas políticos y económicos se preguntan si el matrimonio Kirchner sabía o no sobre la nacionalización forzada por el presidente venezolano que afecta a la empresa argentina. Si lo sabían y lo callaron, no habrían defendido los intereses de las empresas nacionales, a diferencia de otros líderes latinoamericanos, especialmente el presidente brasileño Lula da Silva, que recorre el mundo para que el país y sus empresas ganen mercados. Si en cambio Chávez no les comentó acerca de su audaz jugada, la falta sería mayor, por la sostenida ingenuidad del Gobierno de creerlo un aliado incondicional, cuando además le cobró a la Argentina una usuraria tasa de interés del 15% por la última colocación de bonos para ayudar a refinanciar la deuda.

Tanto el ex presidente como su esposa han tenido en la política de relaciones exteriores uno de los aspectos más débiles de su gestión: enojos con Uruguay, tensión con Chile, España y Estados Unidos, por nombrar algunos casos relevantes. La reciente decisión de Hugo Chávez debería obligar a Néstor Kirchner o a su sucesora a elevar el tono de voz, pero ahora con una razón justificada.