Un grupo de investigadores del Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires hizo un relevamiento para descubrir cuáles son los componentes de una noche en los jóvenes. Para poder retratar esta situación, los investigadores eligieron tres ciudades del interior y entrevistaron a cien jóvenes de entre 16 y 24 años en cada una: Villa María, Córdoba; Gualeguaychú, Entre Ríos, y Junín, provincia de Buenos Aires. Se buscaron jóvenes que vivieran en ciudades de entre 60.000 y 100.000 habitantes y que suelen salir más de tres noches por mes.

Las piezas que conforman el ideal de diversión que reina hoy en la vida nocturna joven y que se ubican entre los cuatro más mencionados son los amigos, el alcohol, la buena música y la presencia de jóvenes de otro sexo. Lo llamativo es el sentido que la juventud da a la diversión. El estudio concluye que "'la noche para cumplir su promesa de libertad debe alejarse del tiempo de todos, de los adultos y de los poderes hegemónicos. Así, la noche comienza cada vez más tarde, con lo que logran un mayor distanciamiento con el tiempo reglamentado por los adultos.

La noche constituye un territorio recorrido por los jóvenes. Es propicia para la fiesta y allí hay lugar para la libertad, la rebelión, la inversión de roles y poderes, el goce, la imaginación, el éxtasis y la risa como ridiculización de los poderes hegemónicos. Un tiempo en el que está permitido invertir las condiciones habituales de existencia, generando la ilusión de libertad.

Los jóvenes de hoy habitan la era de un individualismo paradójico, en el cual la globalización crea la ilusión de un planeta sin fronteras mientras estimula la peor de todas las fronteras: la que separa a cada persona de su semejante. No está de más recordar la distinción que hacía el gran pensador francés Blas Pascal, diferenciando la diversión de la felicidad. En la diversión, la persona se entrega a una extroversión para huir de sí mismo. La felicidad, en cambio, equivale al gozo, reconociendo las propias limitaciones pero con la capacidad para superarlas, descubriendo que la vida siempre tiene sentido.

El médico, psiquiatra, filósofo y fundador de la logoterapia, Viktor Frankl reflexionaba que, "la sociedad de la opulencia satisface deseos, pero no la voluntad de sentido, y a esto se debe cabalmente que exista el vacío''.

Hoy más que nunca educar es hacerlo para la responsabilidad, es decir, para responder personalmente sin olvidarse de los otros.