"Cuando paso por Av. Alem al 34 Norte..., me he detenido unos años en sus puertas giratorias engalanadas de afiches que susurran el próximo espectáculo...".


Como salón de actos de mi querida escuela Superior Sarmiento, nació hace muchos años una bella sala teatral que fue bautizada Salón Cultural Sarmiento y luego Teatro Sarmiento: Fue entonces el escenario más importante de la provincia, hasta que se construyó el Auditorio "Juan Victoria''. Cobijó infinidad de recitales donde -como siempre ocurre- tiritábamos antes de salir desde bambalinas al centro de la escena, por la responsabilidad implícita de entregarse a quien siempre es diferente, el público, esa incógnita.


Adolescentes, concurrimos con mi padre a presenciar el que creo fue para nosotros el primer espectáculo en el lugar, un certamen de conjuntos folklóricos donde conocimos a intérpretes magníficos. 


El Teatro siempre fue para la gente del arte un hogar entrañable. De nuestra parte y porque casi lo considerábamos nuestra casa, diseñamos allí eventos que quisimos fueran diferentes, colocando al amplio proscenio una escenografía con cosas cotidianas, que resultara cálida, porque la sala invita a eso. Entre otros momentos que la memoria ha sujetado al corazón, fue en ese sitio casi sagrado donde acompañamos al Gordo Páez Oro en su último concierto. Muy deteriorada ya su salud, el gran cantor construyó en una iluminada noche emocional, desde una usina de mágicos duendes, sus últimas canciones, y lo hizo con una fuerza y dignidad con las que enfrentaba con dulce desafío a la adversidad, derrotándola en homenaje a su gran historia.


Luego la provincia se fue poblando de grandes escenarios, muchos importantes, otros menos ambiciosos, hasta el emplazamiento actual del Teatro del Bicentenario. Pero toda esa oferta de hermosos lugares donde uno tiene la chance extraordinaria de probar las mejores emociones y recibir el favor de la gente, no podrá sepultar mis amores primeros. Por eso, cuando paso por Av. Alem al 34 Norte, aunque parezca que sigo de largo, me he detenido unos años en sus puertas giratorias engalanadas de afiches que susurran el próximo espectáculo; he entrado a su hall acogedor; he caminado casi tembloroso por uno de sus pasillos laterales alfombrados con destino a la canción que está agazapada en sus rincones para ser siempre inaugurada; he trepado al ventanal de la guitarra a redescubrirme y entregarme a la gente; he abrazado la indescriptible emoción de tirar juntos con Hugo para el lado del corazón. "Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas...quizás las tristeza es la muerte lenta de pequeñas cosas...'', como nos susurra el poema de Armando Tejada Gómez con música de Cesar Isella. Por eso siempre me doy una vueltita por la nostalgia de los primeros amores.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete