El maltrato entre estudiantes golpea con mayor fuerza a las escuelas latinoamericanas que en otras regiones del mundo y tanto el "bullying” como otras agresiones físicas y verbales que incluye a educadores y padres de alumnos, se experimentan más en las áreas urbanas que en las rurales, según recientes estudios relacionados con la indisciplina en el ámbito educativo. En este ránking de irregularidades en los primeros ciclos de enseñanza, la Argentina aparece en el liderazgo de la riesgosa convivencia dentro de las modalidades observadas en la región.
El problema no es nuevo para el análisis, ya que en 2011 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) hizo un primer informe acerca de las consecuencias de las agresiones físicas y psíquicas en los colegios en el desempeño académico de los alumnos, y en ese marco el trabajo comprobó que nuestro país se encontraba a la cabeza de casos de insultos, amenazas y violencia física entre compañeros de colegio. El estudio determinó que los alumnos víctimas de la violencia escolar, física y verbal, logran un desempeño en lectura y matemáticas significativamente inferior al de quienes no sufren maltrato.
El clima de intolerancia e indisciplina en la escuela, entre alumnos en el aula y fuera de ella, entre docentes y las agresiones o amenazas de los padres de los alumnos, entre otros incidentes, fue tomado con preocupación el año pasado por el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni. El funcionario consideró los comportamientos sociales agresivos como el "clima de época” y puso la solución en la Guía Federal de Convivencia Democrática, elaborada por el Consejo Federal de Educación para orientar el accionar de los docentes ante situaciones de violencia.
También se creó el Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas, destinado al estudio de la temática de la violencia en las escuelas, contribuir a la consolidación de las prácticas democráticas en el ámbito educativo y la construcción de espacios de ciudadanía, entre sus objetivos. Los resultados están a la vista, junto al papel de la familia actor fundamental en la formación del educando que luego reciben los docentes. Allí es donde se debe promover el diálogo, una instancia que ha perdido jerarquía, porque la reacción se impone a la razón y el entendimiento.
