Pese a ser uno de los males sociales más antiguos, la violencia familiar sigue siendo difícil de detectar y de tratar. Existe el convencimiento de que el cese o disminución de los casos está en manos de la propia sociedad, en la medida que se tome conciencia de que es un problema que atañe a todos al no tener género, sexo, edad ni estrato social ni económico. Así como también que el miedo de las víctimas de la violencia es la principal causa de esta manifestación.
En los últimos años, las denuncias de hechos de violencia familiar se han incrementado considerablemente, como un signo de cambio social que lleva a tener esperanzas de que en un futuro no muy lejanos este comportamiento tienda a desaparecer, o al menos no tener las características manifestadas hasta ahora. En tanto esto pueda ocurrir, hay que seguir trabajando en la necesaria protección legal y en que nuestra sociedad adquiera nuevos y mejores hábitos de crianza y convivencia, que desechen las actitudes que contribuyen a la denigración del ser humano.
En nuestra provincia, donde desde el área de Desarrollo Humano se ha puesto interés en este tema mediante la creación de un Centro Integran Contra la Violencia, denominado "Madre Teresa de Calcuta", hay algunos datos alentadores. Por ejemplo, que los casos de violencia familiar se dan en parejas cada vez más jóvenes, lo que implica que los cónyuges se están animando a denunciar estas situaciones apenas comienzan a manifestarse.
La violencia familiar es conocida también con otras acepciones como el de violencia doméstica, que hace referencia a los actos violentos cometidos en el hogar entre miembros de una familia. Está relacionada con el maltrato a la mujer y los niños, y con acciones verbales y psicológicas que pueden estar a cargo tanto por mujeres como por hombres. Para llegar a establecer una situación de violencia familiar, la relación de abuso debe ser crónica y periódica.
La solución de fondo al problema de la violencia doméstica requiere un replanteamiento general de la familia, principalmente de los papeles de padre y madre frente a los hijos. Lógicamente, hay que desechar las causas de un ambiente familiar hostil, que son las que producen una educación errónea en nuestros niños.
