La Argentina es pionera consenso entre diferentes religiones y creencias tradiciones para aproximar sus valores espirituales a través de un diálogo esclarecedor y fortalecer el entendimiento, la paz social, y contribuir con acciones a lograr mejores condiciones de vida. El papa Francisco tiene una vasta experiencia en estas coincidencias fraternales en la diócesis porteña y ahora lo materializa en el Vaticano.
Esta semana el jefe de la Iglesia Católica se reunió con dirigentes de la comunidad judía argentina, que lo visitaron en una suerte de la continuidad del diálogo promovido por Bergoglio. Fue un encuentro de dos horas y media, calificado de trascendente e histórico por la delegación encabezada por el director del Congreso Judío Latinoamericano, Claudio Epelman, y el presidente de la DAIA, Julio Schlosser. La prédica del ex cardenal primado también ha repercutido en San Juan en los últimos años, y en estas páginas de opinión expusieron sus enfoques religiosos y espirituales el arq. Schabelman y el presbítero J.J. García, impulsores de este diálogo en nuestra provincia.
Por ello no sorprende que el encuentro de Francisco con los judíos argentinos se haya desarrollado en un clima fraterno, abierto, y muy amistoso, según calificaron los visitantes, y hasta incluyó comida kosher en el comedor de la residencia Santa Marta, donde hubo intercambio de regalos y se recordaron muchas anécdotas y recuerdos de esa estrecha relación en Buenos Aires. Pero también hubo un episodio inédito en la Santa Sede. Luego del almuerzo, sentados alrededor de la mesa, el papa y los dirigentes judíos cantaron en hebreo el Salmo 133, que reza: "’No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía”.
El diálogo interreligioso no es una utopía y lo promueve las Naciones Unidas a través de la Unesco, la organización para la educación, la ciencia y la cultura, como una manera de que los conflictos intra e interreligiosos se no intensifiquen debido a la ignorancia o el desconocimiento de las tradiciones espirituales y culturales. Precisamente numerosos enfrentamientos bélicos son impulsados por un fundamentalismo religioso, con fines geopolíticos y de penetración cultural que nada tienen que ver con los orígenes del dogma, ahora desvirtuado por los choques ideológicos y doctrinarios con apetencia hegemónica.
Es que más allá de la religión que se profese, la sociedad se sustenta en los valores de justicia, libertad y concordia.