Al verlo, inmediatamente su aspecto criollo, junto las asperezas en su piel, reflejan el duro trajinar de su antiguo oficio, ese que con tanta vehemencia pintó don Buenaventura Luna en sus versos: el carrero. Era un trabajo duro y poco pago, que requería una suma de saberes, desde el derrotero de aquellos nacientes caminos polvorientos que franqueaban la geografía lugareña, hasta esos secretos tan privativos relacionados con el manejo de animales. Don Ernesto Balmaceda, nacido en el departamento 25 de Mayo, es considerado "’el último carrero”, un verdadero halago para él y toda su extensa familia, como también para nuestra cultura criolla. Un poema dedicado a él reza lo siguiente: "’Don Ernesto Balmaceda llegó un 19 de noviembre a la salida del sol, era miércoles por la mañana a las 7,15, nació…”. Cuenta que sus padres fueron don Agustín Balmaceda, oriundo de Angaco; y doña Cipriana Cortéz, originaria de la tierra del "’tigre de los llanos”. De su padre heredó este noble oficio, siendo cuando era sólo un niño, con 9 años, "’marucho”, de los carros que poseía don Agustín. Dice que ser "’marucho”, era una gran responsabilidad, "’es el que lleva la yegua madrina delante de los carros, la yegua lleva un cencerro de bronce, para que no se vayan las mulas…”. Y a los 14 años ya era carrero. "’Ya era propietario de carros, se tiraban con 5 mulas, y se acarreaba uva en la época de la cosecha, desde los parrales a la bodega, a un establecimiento muy grande que había en Casuarinas (Bodega Del Bono), también se llevaba leña, carbón, guano o montes para las zanjas…”. Igualmente don Ernesto recuerda que "’los carros se compraban con todo, era una madera muy firme, porque el sol no les hace nada…”. Continua expresando que "’manejar los cinco animales era muy difícil, uno sólo animal lleva freno, los otros bozal, y se le echan 3.800 o 4.000 kilos de uva…”. Recuerda melancólicamente, que el viaje más extenso que realizó fue a San Luis (El Encón) "’a Mendoza una vez, pero de macana porque no pagaban nada, nos dieron el pasto nomás, pero no nos incorporamos a ninguna finca, estuvimos 10 días…”. También dice que fue hasta las lagunas de Huanacache a traer pescados, tema sorprendente por lo queda de ellas. Posiblemente uno de sus últimos viajes fue en 1980, "’ya había poca changas, llevaba guano a las fincas…”. Una de las frases que más me impresionó de don Balmaceda, la cual revela la naturaleza de su oficio, es cuando dijo con un halo de orgullo y tristeza: "’ser carrero era un sufrimiento muy grande…”. Indudablemente que es así. No solo por todos los sacrificios que implica en si mismo, sino por el insignificante sueldo, si así se puede llamar, que percibían, y por el tremendo esfuerzo físico que realizan estas nobles personas, que va desde la potencia y fibra que se necesitan, hasta las poquísimas horas para dormir que disponen.
(*) Magister en Historia.