" Debemos pensar que hay niños, mujeres y personas mayores, que deben ser protegidos ante su debilidad.''


Somos una sociedad envuelta en nuestras miserias. Hacemos culto a una cultura de hipocresía permanente. Todo se conjuga arbitrariamente.


La entrega, la acogida y la aproximación entre semejantes suele ser una adhesión interesada. Hay una aceptación global de los valores y principios democráticos, pero la realidad es muy diferente en muchos países. No se producen acciones, verdaderamente inclusivas, ni en aquellos entornos naturales que se dicen demócratas. La desigualdad es un elemento que está ahí, golpeándonos con multitud de conflictos.


Creo que nos falla ese espíritu auténtico que es lo que en realidad activa un diálogo constante entre la sociedad civil y la clase política. Solidariamente todos somos responsables de este desarrollo inhumano que nos deshumaniza como jamás. El ocuparse, y el preocuparse por el otro, no está hoy en los corazones. Nos falta compromiso, espacio cívico y voluntad para esos cimientos de buena gobernanza que todo ser humano se merece.


Centrémonos en las personas. Jamás en las finanzas. ¡Cuántas víctimas de abusos! Ojalá aprendiéramos a respetarnos. Cuando tanto se nos llena la boca de moralidades, de dignificación de vidas, resulta que nuestros abecedarios menosprecian y violan vidas humanas, sobre todo si el individuo es débil y marginado. Andamos en una contradicción permanente, sin ética alguna, con una carga de falsedades que proyectan calvarios inenarrables.


A pesar de acortar las distancias, estamos más distantes que nunca.


Se me ocurre pensar en aquellos niños, mujeres y personas mayores, que han de ser protegidos ante su debilidad. La situación es crítica en buena parte del planeta, ya no solo por el cambio climático que es una amenaza existencial que va a provocar el colapso de algunas economías si no se toman medidas decisivas ahora, sino también por no imprimir una renovación ante el poderoso caballero don dinero, que continua dominándolo todo a su capricho, cuando es el ser humano el que ha de ser el foco y el fin de todo el recorrido económico-social.


El drama de la inseguridad viviente puede acabar con todos nosotros. Precisamente, la Cumbre de Acción Climática y de Cobertura de Salud Universal que tendrán lugar a finales de septiembre en Nueva York, pretende tomar medidas para abordar y mitigar estos impactos climatológicos, llamando a los líderes mundiales a que se comprometan en mejorar la calidad del aire, garantizando que todos las personas puedan acceder a los servicios de salud que demanden.


Por consiguiente, es hora de entusiasmarnos por nuestro desarrollo humanístico, que ha de ser integral y global. Tenemos que ensanchar la razón, pero igualmente el corazón. No podemos seguir lucrándonos de nuestros semejantes, tenemos que operar desde otros parámetros que no sean únicamente el beneficio, hay que tomar otros significados más socialmente responsables, corrigiendo las disfunciones que puedan presentarse, con actitudes más comprensivas, en términos de conexión, vínculos y participación. Al fin y al cabo, lo trascendente es que la humanidad aprenda a compartir deberes y derechos, a movilizarse por hacer familia, a crecer aunando esfuerzos conjuntos, pues reducir la pobreza depende de acabar con la exclusión y de proteger nuestro propio hábitat.

Por Víctor Corcoba Herrero
Escritor