Juan dijo a Jesús: "Hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Jesús les dijo: "No se lo impidan. El que no está contra nosotros, está con nosotros. Quien escandaliza a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo" (Mc 9,38-48).


El evangelio de hoy nos presenta una conversación de Jesús con sus discípulos, luego de un recorrido por la región de Galilea. A través de ese diálogo, la primera enseñanza que les deja es la de un rechazo a todo intento de apropiación exclusiva del nombre de Jesús. Él no fundó una religión excluyente. En este sentido, golpea fuerte la frase con la cual el Maestro responde a Juan, quien cuestiona e impide que otro pueda hacer el bien, porque "no es de los nuestros", al igual que aquella con la que concluye ese tema: "El que no está contra nosotros, está con nosotros". Y como dice una variante de un antiguo manuscrito del evangelio de hoy: "el que no está contra vosotros con vosotros está, y el que hoy está lejos, mañana cerca de vosotros estará". Por eso, aunque parezca que hay muchos que están en contra nuestro y aún en contra de Cristo, y a pesar de su fuerza y del poder de sus medios, el cristiano no ha de dejarse vencer jamás por el pesimismo. Hay católicos dentro de la Iglesia que creen que esta es de ellos. Lejos de Jesús está, y por tanto lejos también debe estar de sus seguidores, cualquier tipo de discriminación que impida a los demás invocar su nombre y ser instrumentos o beneficiarios de la salvación obrada por Dios a favor de todo el que tenga fe. Esta reflexión es vital, justo en estos tiempos históricos de fanatismos religiosos beligerantes. El mundo de hoy presenta un déficit de inclusión que exige apertura. ¿No era esto lo que reclamaba Sophie? Me refiero a esa pequeña de 5 años, hija de inmigrantes irregulares mexicanos que viven la amenaza de ser expulsados de Estados Unidos, pero cuyos hijos son autorizados a seguir allí por tener nacionalidad estadounidense. En la carta entregada al Pontífice, ella había dibujado a un grupo de niños rodeando a Francisco con el texto en español que dice: "Mis amigos y yo nos amamos sin importar el color de nuestra piel". No debemos caer en la tentación de la expulsión del hermano. Las barreras que levantamos son la expresión tangible de una defensa egoísta que intenta alejar a quien busca cercanía y rechazar a quien desea ingresar. El otro a veces es visto como un enemigo; un peligro a alejar y eliminar. La vida no es para levantar muros, sino crear puentes.


En segundo lugar, Jesús enseña que quien escandaliza a un pequeño que cree, sería preferible que le ataran al cuello una piedra de moler. Habría que traducirlo "si alguno pone obstáculos o engaña o induce al error o desvía a los que creen". Porque, aquí, lo de los "pequeños que tiene fe" no se refiere solo a los niños, sino simplemente a todos los que creen. Es que el reconocerse niño ante Dios es la condición, justamente, de la fe. No cualquier pequeñez, pues, sino la que reconoce para sí, en el Magníficat, la Santísima Virgen. Los "pequeños" son los verdaderos discípulos de Jesús, aquellos a quienes Jesús dirige su mensaje y lo aceptan. Los "ricos" y los "grandes" no necesitan de Dios. Necesitan plata y poder. Es una lástima que la palabra "escándalo" hoy no se entienda como lo que realmente significa. En su acepción más antigua, nunca califica ni designa a un hecho en sí, sino en cuanto es capaz de causar daño a terceros. Etimológicamente, tanto en su original hebreo como griego, significa "trampa", o "lo que hace caer o tropezar o desviar a alguien". Escandalizar es, pues, según la definición de Santo Tomás, "cualquier dicho o hecho que da ocasión para que alguien se desvíe del camino recto"; es decir de la fe y de la caridad. Por eso "más vale perder tu mano o tu pie o tu ojo que perder el alma". Jesús repite un adjetivo posesivo: "tu". No arrojemos la culpa del mal a los otros. El mal anida en nosotros. Busquemos nuestro misterio de sombra y convirtámoslo en luz. La solución no es una mano amputada sino abierta; no un pie sin caminos de futuro sino que busque opciones a largo plazo; no un ojo miope sino transfigurado para ver más allá de las apariencias.

Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández