La Buena Nueva de hoy, que es el Prólogo del evangelio de Juan (Jn 1,1-18), se armoniza con la solemnidad que celebraremos dentro de dos días: la Epifanía o fiesta de los Reyes Magos. Allí dice el cuarto evangelio que "la Palabra vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron les concedió el poder ser hijos de Dios" (Jn 1, 11-12). El episodio de los Magos, relatado sólo por Mateo (Mt 2,1-12), arroja luz sobre la persona de Cristo. Dios ha querido que estos hombres venido de lejos, hicieran un viaje larguísimo, llegaran a Belén y se postraran delante del Niño recién nacido con una fe, que ni siquiera los más cercanos a Cristo tenían. Ciertamente, en la historia de los Magos venidos de Oriente, Dios nos hace conocer la apertura de su amor, diciendo que cada pueblo es esperado y amado por Él, tal como había sido predicho por todos los profetas. Los Magos representan a todos los buscadores de la Verdad, deseosos de vivir la existencia como éxodo, en camino hacia el encuentro con la luz que viene de lo alto, anhelando abrirse a la adoración que cambia el corazón y la vida. Ellos no eran creyentes, pero se interrogaban y deseaban encontrar la Verdad; por eso es que se ponen en camino sin importarles qué pensarán los demás. La no creencia no es la fácil aventura de un simple rechazo a Dios. La no creencia seria, no negligente ni banal, es pasión y sufrimiento a la vez. Es que el hombre ha sido creado con una sed de infinito que sólo Dios puede saciar. De lo contrario se vive en una noche cada vez más oscura, y un abandono que es percepción de una infinita orfandad. El no creyente reflexivo, al igual que el creyente no negligente, es una persona en búsqueda, un peregrino en la noche, atraído e inquietado por la misteriosa estrella, como la que guió a los Magos.

El escritor español Miguel de Unamuno, testigo del "sentido trágico de la vida", afirmaba que su religión era "luchar con Dios" y que vivir era un continuo éxodo. El "éxodo" es la condición de la vida humana, ya que el hombre es un peregrino hacia la vida y un mendigo de cielo. De ahí que la gran tentación de siempre sea la de detenerse en el camino, sentir que se ha llegado a la meta.

Una tradición hebrea señala que algunos jóvenes preguntaron a un viejo rabino, cuándo es que comenzó el exilio de Israel. El anciano, cargado de años y de sabiduría, respondió: "El exilio de Israel comenzó el día en que Israel no sufrió más el no estar en exilio". Es que el verdadero exilio no comienza cuando se deja la patria, sino cuando no está más en el corazón la nostalgia de la patria.

El filósofo existencialista Martín Heidegger, hablando de la "noche del mundo" en la que nos encontramos, afirma que ella es la ausencia de patria, porque el drama del hombre moderno no es la falta de Dios, sino el hecho que no sufra más por esta falta. Es el considerar al tiempo presente como morada y patria, y no exilio. Se muere, no cuando llega la muerte, sino cuando se piensa que ya se llegó a la meta. Se muere, cuando el corazón no vive más la inquietud y la pasión de interrogar; cuando se detiene el deseo de seguir buscando. La condición humana es "exodal", en cuanto es llamado a salir permanentemente de sí y a buscar su patria definitiva que es el cielo.

Los Magos, peregrinos de la noche y guiados por la estrella, reconocen en el Niño Dios recién nacido el don de la Verdad que los hace libres, la Palabra abreviada en la pequeñez de Dios, y la luz que disipa las tinieblas de las dudas y de la incredulidad. Ellos se postran y lo adoran. En griego se emplea el verbo "proskynesis", que significa "arrodillarse para liberarse". En aquel momento ellos le ofrecen dones: incienso, oro y mirra, aunque lo más importante es que le regalan sus corazones, y creen. Como pensaban los teólogos medievales, "Creer" es "cor-dare": dar el corazón. La fe es entregarse ciegamente al "totalmente Otro", en expresión del teólogo protestante Karl Barth. Es decir: "Tú me has seducido Señor, y yo me dejé seducir" (Jer 20,7). Al final se subraya que, luego de que encontraron al Niño de Belén, los Magos volvieron a su patria "por otro camino". Es que quien se encuentra con Dios, ya no puede volver por el mismo sendero, sino por otro que se llama "conversión de corazón".