Todos los que crecimos en zonas urbanas tuvimos la experiencia de convivir con alguien, tío, padre o abuelo, que cultivaba en el fondo del lote una pequeña huerta. Ahí se podían cosechar no sólo hortalizas sino también albahaca, cedrón y flores. Sólo es necesario sembrar en el momento justo y cosechar en forma adecuada, antes era algo común en cada hogar. Si nos fijamos bien, aún se pueden ver en algunas casas de calle Salta, en pleno centro sanjuanino, antiguas entradas de la acequia regadora de los fondos donde había frutales, huertas y flores. Pasó el tiempo y aquellas acequias, antes de tierra se impermeabilizaron tapando aquel marco de compuerta que permitía el ingreso del líquido elemento a los domicilios, o desaparecieron por completo los sistemas de conducción del agua y con ello la costumbre de cultivar huertas. 


Comencemos entonces sabiendo que una huerta es un módulo productivo donde podemos cultivar hortalizas que nos ayudarán a tener una dieta adecuada incorporando vegetales, con ello fibras y vitaminas C, F y K, Manganeso e Hierro que poco aportan las carnes. Ese producto de huerta colabora con el ahorro hogareño teniendo en cuenta su valor de mercado, se utilizan para enriquecer las tierras abonos orgánicos reciclado de hojas de árboles transformarlos en compost. El lugar donde hacerla puede ser directamente en la tierra del jardín, en macetas, en terrazas soleadas, cerca de las piletas. La huerta tiene la característica de poder sembrar o plantar un gran número de especies en un espacio reducido, en relación con aromáticas y flores que nos brinden sabores y aromas a nuestras comidas, fundamentalmente actúan como insecticidas. 


Si buscamos pretextos para no realizar es posible decir que no tenemos tiempo porque trabajamos todo el día, que no tenemos agua de riego o que no tenemos espacio para ello. Nada de eso es un fundamento valedero, porque el tiempo que necesita de atención no supera los 30 minutos diarios, además ese tiempo que se destina al mismo sirve para relax, disminuye el estrés diario. No es necesario destinar gran cantidad de agua porque podemos reutilizar con la que regamos el jardín y el problema del espacio desaparece cuando se cultiva en recipientes como bidones y tachos. 


En Casa de Gobierno de San Juan al final de un pabellón, en una superficie de no más de tres metros cuadrados, es posible ver el cultivo de unos hermosos tomates entremezclados con una aromática, bien cuidados y en plena producción, esto sorprende gratamente. Luciano es el autor de esta obra de arte, estoy seguro que nunca descuidó su trabajo para realizar esto. Estoy seguro que nunca desperdició ni una gota de agua para irrigar estas plantas y, fundamentalmente, nunca imaginó la gran lección que nos da al mostrarnos que es posible hacer lo que parece imposible.


Contra la apática comodidad del posmodernismo una alternativa es cultivar una huerta desde donde, no sólo obtenemos excelentes productos y baratos para el consumo familiar, sino también reconstruimos con nuestra propias manos parte de lo que durante siglos hemos destruido, la naturaleza y la autosuficiencia.


Por Osvaldo Olmo Gómez
Profesor en Educación Media.