Varias zambas norteñas evocan los rasgos o las particularidades de la cultura indígena, algunas rescatando anónimas historias como la genial pieza que compuso Gerardo López, cuando aún no existían "Los Fronterizos”, nacidos en 1953. La zamba fue titulada "El Indio Muerto”, una belleza tanto en su letra como en sus acordes, llegando al pináculo expansivo radial durante las décadas del "50 y "60, para luego transformase en uno de los tantos clásicos del folclore argentino.
Mis oídos la escucharon por primera vez siendo niño, tarareada casi secretamente por mi padre, mientras realizaba sus tareas rurales. Según relatos del mismo Gerardo López esta zamba él la cantaba siendo un muchacho, en tertulias familiares, de manera íntima, sin mayor difusión. Su letra cuenta la historia verídica de un indio longevo que vivía en el paraje salteño de Anta y que fue recopilada por un sacerdote de la orden salesiana. La historia llegó a los oídos de Gerardo y con esa habilidad artística que poseía, le dio forma de zamba-poema, si cabe esta expresión. Indudablemente hubo un indio que recitaba poemas -lo que prueba que este género literario es culturalmente universal- referidos a las tradiciones de su tribu, llegando a ser una suerte de referente en su ancestral raza. Murió con muchos años y su desaparición causó mucha tristeza en sus pares. Su historia fue conocida por un sacerdote misionero, quien impactado por su vida la incorporó a su memoria.
Su primera estrofa hace referencia metafóricamente al impacto que provocó su muerte en el paisaje lugareño, expresando que: "El cielo se esta enlutando de opaco poncho de nubes…”. Para luego expresar que "el día murió de lejos, lo están velando arreboles (…) con ecos "del canto del chilicote…”. Arreboles es el color rojo que suelen tomar las nubes al anochecer o el amanecer, y que se advierte espléndidamente en el cielo de las zonas rurales. Por otro lado el chilicote -palabra de origen quechua- es nuestro conocido grillo, aquel que se escucha con tanta persistencia cuando va muriendo la tarde en el campo. A posterior, el estribillo reza de esta manera: "Se ha muerto el indio poeta, silencio le hacen los erkes, y en los arroyos de Anta lloran los sauces su muerte…”. Nuevamente el poeta apela a la naturaleza, señalando los sauces llamados precisamente "llorones” fusionándolos con un instrumento musical llamado erke, el cual pertenece al grupo de los aerófanos típico de la cultura andina, que emite una especie de lamentación o llorisquear, y es utilizado en "tiempos rituales”.
(*) Magister en Historia.