Es una escena ya tristemente familiar: grupos de adolescentes reunidos, pero cada uno inmerso en el rectángulo luminoso que sostiene en sus manos. El murmullo de las conversaciones ha sido reemplazado por el tecleo frenético o el scroll infinito. Hoy observamos como fenómeno: tasas crecientes de ansiedad, problemas de sueño, dificultades de concentración en las aulas. Los datos son contundentes y las alarmas, tanto de educadores como de profesionales de la salud, suenan cada vez más fuerte. Son síntomas visibles de una realidad más profunda que captura su recurso más vital.
El filósofo español Carlos Javier González Serrano, en su libro “Filosofía de la resistencia” (2024), analiza cómo esta dinámica va más allá del simple entretenimiento.
González Serrano argumenta que la incesante creación de “pseudonecesidades” digitales nos lleva a entregar nuestro tiempo y, fundamentalmente, nuestra atención. Las plataformas digitales, explica, están diseñadas para explotar nuestra neurología. El entorno digital bombardea y secuestra la atención, dificultando el ejercicio de la atención consciente y profunda. Es un “hackeo cognitivo” que nos acostumbra a la dispersión.
La resistencia, entonces, no es tanto una lucha contra la tecnología en sí, sino el cultivo activo de esta atención deliberada. Se trata de aprender a “desaturar” nuestra experiencia, filtrando el ruido incesante para poder enfocarnos en lo significativo. Mirar así es estar presente, implicarse, ejercer la autonomía. Los “cazadores de luz” esa imagen de jóvenes esperando la notificación nocturna, ilustra precisamente la pérdida de esta capacidad de dirigir la propia mirada, sustituida por la espera pasiva del estímulo externo.
Fomentar en los adolescentes la comprensión del valor de su propia atención es crucial. Ayudarles a reconocer cómo funciona el entorno digital y a practicar activamente la concentración en tareas, conversaciones o simplemente en la contemplación del entorno real, es dotarles de herramientas para no ser arrastrados por la corriente.
En definitiva, recuperar la atención deliberada es mucho más que mejorar la concentración; es un acto fundamental para la construcción de una vida con significado, para evitar convertirnos en “zombis tecnológicos”.
Es la llave para que los jóvenes y adultos habite el mundo presente, más allá del brillo fugaz de las pantallas.
Por Jorge Ernesto Bernat
Prof. y Licenciado en Filosofía

