Años atrás publiqué en este medio unas líneas acerca de una mujer emblemática que vivió en nuestra provincia: Ágata Galiffi (la flor de la mafia). Los sanjuaninos mayores seguramente la recordaran. Ágata Cruz Galiffi nació el 14 de julio de 1916 en Santa Fé. Su padre Juan Galiffi, apodado “Don Chicho el grande”, de origen italiano, formó parte de la mafia rosarina, llegando a ser su jefe. Por diversos motivos recaló en San Juan, junto a su hija. En 1932 llegó a esta tierra haciéndose bodeguero y propietario de una finca, esta última adquirida en el departamento de Caucete.

En nuestra provincia las maniobras de Juan Galiffi fueron motivo de varias noticias policiales, a partir de la compra que hizo de una bodega que había pertenecido a don Fortunato Costa, donde se cree estuvieron ocultos fajos de billetes falsos con la intención de llevarlos luego a Tucumán para hacerlos circular. Los restos o relictos de esta bodega aún se encuentran en pie, pero pocos sanjuaninos saben de su historia. Están ubicados en nuestra ciudad capital, sobre calle España, llegando a la intersección de 9 de Julio, y fue adquirida luego por don Juan Latorre, quien durante algún tiempo la usufructuó, hasta que después se estableció un aserradero que ya no existe.

Lo que voy a expresar a continuación está ajeno al tema, pero lo considero importante. Existe el propósito de que la fachada de este edificio sea derrumbada, lo que sería un gran error, por su arquitectura y su misma historia.

Volviendo al tema, Ágata se casó con un abogado mucho mayor que ella, llamado Rolando Luchini, por decisión de su padre, personaje que, además, era el abogado de don Juan. Luego de descubrirse la participación de Ágata en los delitos realizados en Tucumán fue encarcelada, en tanto la justicia realizaba sendos allanamientos en la propiedad caucetera.

Fue en 1956 aproximadamente cuando Ágata regresó a San Juan, dispuesta a recuperar su propiedad. Ella ya se había separado de su esposo, quien luego de excarcelarla, cuando estuvo recluida por tantos años en Tucumán, la dejó prácticamente en ruinas. Retornó junto a su madre, además se habla que llegó con un tal Arturo Pláceres, pero luego de un tiempo desapareció de su vida. Luego de idas y venidas se radicó definitivamente en San Juan. En esta época vivía de lo que producían sus viñedos y también de la venta o empeño de sus valiosas joyas. También formó pareja con un porteño, de oficio pintor, llamado Julio Fernández, adoptando una hija llamada Karina. Instaló en nuestra ciudad una zapatería muy exclusiva, situada sobre Av. Rioja casi Rivadavia. En estos años su padre ya había sido expatriado a su lugar de origen, falleciendo tiempo después.

En la ciudad capital vivió sus últimos años -cuando ya había vendido su finca- en un alto edificio en el cual tenía un departamento, sobre calle 9 de Julio y Caseros. De esta etapa, varios de sus vecinos aún la recuerdan con simpatía y cariño y sobre todo por generosidad. Murió el 6 de julio de 1985.