Terremoto del 44. Después la tragedia y el dolor y luego secuelas indelebles en la conciencia de los sanjuaninos. Pero también la inmediata reacción que generó frutos, defensas, reincorporaciones a la vida, tales muchos barrios de emergencia producto de la conmocionante tragedia.

Creo que el Capitán Lazo. en Rawson, fue uno de los primeros exponentes de la rehabilitación de la ciudad herida de muerte. No sé cómo se forjó, cómo fue creando su propia historia de guapos sanjuaninos y algunos naturales entreveros. Obviamente, los barrios son obras de la gente, ella los perfila como símbolos ilustres o populares y otras veces los relega al anonimato. El barrio Capitán Lazo tuvo personalidad, porque sus habitantes la tuvieron.

Como en sueños recuerdo la fama que tenía de ser un sitio de cuidado. ¡Vaya uno a saber qué era el “cuidado” en ese entonces! Lo asocio, sí, con gente muy humilde. Me parece recordar que allí recalaron muchos que no tenía otra alternativa. Lo cierto es que Capitán Lazo no era un barrio cualquiera, y eso también da lustre, porque entonces el concepto se asemeja al de personalidad.

Cuando el Club Atlético Independiente, futbolero original de Trinidad, más propiamente emparentado con Villa del Carril, y, aún más con Valdivia y la zona del Club Estrella y sus aledaños, se mudó a la esquina de República del Líbano y España, se ganó el corazón del barrio Capitán Lazo. Allí edificó páginas de gloria, recostado hacia el sur, ya en Rawson, compartiendo corazones con parte de la hinchada de los entonces clubes Boca y Rawson de Villa Krause, de los cuales surgiría el actual Club Atlético Unión, y con el Club Capitán Lazo, de camiseta blanca, humilde institución, pero de gran personalidad, que desapareciera en una fusión allá por los ochenta.

El barrio Capitán Lazo fue una de las esquinas heridas del indefenso San Juan destrozado por el terremoto del 44, una cicatriz de chapa de ondaliz y tirantes de pino enclavada en un Sur cobrizo y agazapado que para este país, para América Latina, sigue siendo emblema de luchas, postergaciones y un futuro al que jamás renunciaremos.

Todos los pueblos, todas las ciudades, todo lo vivo tiene un “Sur” como lo sospechó el tango de la enorme Eladia Blázquez, un pretexto donde construir sus utopías, un lugar donde apoyarse hacia adentro buscando el cielo interior para saltar a la vida que merecemos.

El Sur nos redime como seres insatisfechos de progreso frente a la adversidad que apaña la mala política que aún no pueden desterrar las sociedades sufridas. Por eso el barrio Capitán Lazo se me antoja en la memoria sensible como una de las primeras resistencia ante el desastre del 44 y un modesto bastión de adversidades y legítimas rebeliones contra la desigualdad y la injusticia. Cada uno de nosotros tiene el derecho íntimo de encontrar su cielo desde los lugares más disímiles. Cada uno de nosotros tiene la íntima libertad de diseñar sus quimeras.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete